Vivir incómodo III: CAMILA Y LOS RUIDOS MOLESTOS

Vivir incómodo II: EL CARTEL LUMINOSO DE GLORIA
21/08/2013
Vivir incómodo IV: MARIANA Y EL CAOS DE VIVIR EN PALERMO HOLLYWOOD
23/08/2013

Cuando Camila alquiló un departamento en un noveno piso de la calle Camargo 673, en el barrio de Villa Crespo, no prestó atención a sus vecinos. De un lado, un cuartel de bomberos, del otro, una sede de la policía federal, en el contrafrente un colegio, con jardín de infantes incluido. Las tres veces que fue a verlo no vio autobombas, ni patrulleros, ni chicos. Ningún sonido extraño que la alertara.
Pero esa primera noche en su nueva casa, cuando todavía tenía la mayoría de sus cosas en cajas, empezó a sonar una sirena que la paralizó. «Estaba cenando tranquila después de un día de ir y venir con cosas cuando arrancó una alarma muy fuerte, muy chillona. Me cuesta describirla«, dice. «Me asusté, no sabía qué pasaba. Parecía que sonaba adentro de mi casa«, cuenta a LA NACION ahora, casi un año después del episodio imborrable.
Se asomó al balcón de su pequeño departamento y los vio. «Los bomberos se movían rápido, con gracia; cada uno parecía saber qué hacer. Algunos se iban poniendo sus trajes por el camino. Deben haber sido pocos minutos pero para mí, fueron eternos», dice. Ella los miraba. No podía hacer otra cosa más que quedarse ahí esperando que el autobomba se llevara ese agudo total. Esa noche no ocurrió, pero a veces se unen los patrulleros de la comisaría. Camila ahora ya sabe eso y sabe también que la sirena de los bomberos puede sonar hasta cinco veces por día.
«Mientras suena es una invasión total, olvidate de hacer nada», dice. La vida se pone en pausa. Si Camila estaba cocinando, tiene que dejar de hacerlo. Si escuchaba música, debe apagarla. Si hablaba por teléfono, se ve obligada a cortar. Si miraba una película, pone stop. Si dormía, se desvela. Incluso en la pileta de la terraza se paralizan todos.
«A la gente que me conoce no le digo de este problema. A veces tengo visitas y si se lo encuentran, se lo encuentran. ¿Qué pasa?, me dicen. Todos se quedan paralizados, no entienden nada», cuenta. En sus caras revive sus primeras veces. «Se nota que el sonido los altera».
Con la policía es menos grave, admite. Los escucha menos porque están en el contrafrente. «La sirena de la policía se suma cuando hay algo muy importante y entonces sí salen varios patrulleros juntos. Ahí se escuchan». Nada comparable con la sirena de los ágiles hombres de mamelucos y cascos.
Su primera mañana en el nuevo hogar también fue memorable. Se despertó cerca de las nueve cuando sonó el primer timbre del recreo. Desde la ventana de su cuarto subían los gritos de los chicos que corrían por el patio, cantaban, jugaban. «A la mañana me despiertan ellos sí o sí; quiera o no son mi despertador», dice. Camila cuenta que hay días en que le resulta alegre mirarlos divertirse y se los queda mirando, aún somnolienta. «Otras veces me dan ganas de que se callen y dejen de gritar. Porque tienen cantitos grupales, también a veces se cargan entre sí a los gritos», explica.
Un universo nuevo de voces agudas. Nada comparable con la sirena de los ágiles hombres de mamelucos y cascos.
Fuente: La Nacion
Link: Ver Nota

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

¿LE INTERESA ESTA LECTURA?

¿LE INTERESA ESTA LECTURA?

¡Reciba GRATIS nuestros boletines de Peritajes Edilicios, Arquitectura Legal y Acústica Legal por email!

Desde ahora forma parte de nuestra comunidad ¡Bienvenido!