No ha sido el de la contaminación sonora una cuestión en la que se hayan registrado avances sustanciales y lo cierto es que de muy poco han servido hasta la fecha los numerosos organismos públicos en las diversas jurisdicciones, creados en los últimos años con la presunta finalidad de darle vigencia a principios incorporados en las nuevas constituciones -tanto la nacional como la bonaerense- que apuntan a la valoración del medio ambiente y a ofrecerle a los habitantes herramientas de defensa frente a los diversos tipos de contaminación.
Pese a esas modificaciones normativas -trascendentales, pero por ahora virtualmente teóricas- vecinos de nuestra región continúan especialmente indefensos frente a problemas que, como los que plantean los boliches nocturnos y, ahora, no pocos clubes emplazados en zonas densamente pobladas, se traducen en contaminación sonora, disturbios y otros trastornos que les originan distintos tipos de perjuicios y que, sin embargo, pareciera que no alcanzan para promover medidas reparadoras por parte de los poderes públicos.
Es en ese contexto que pueden mencionarse ahora las justificadas protestas de muchos vecinos de la Región, que se quejaron en las últimas horas por un ruido ensordecedor que, según estimaron, provenía de la Destilería local. Cabe señalar que directivos de esta planta consideraron que ese fuerte ruido pudo haberse producido al ponerse en marcha un compresor de la nueva unidad del catalítico.
Los vecinos aseguraron que el fuerte sonido se extendió por cuatro días, impidiéndoles el sueño y que resultaron infructuosas las protestas presentadas ante diversos organismos públicos. Entre tanto, concejales del oficialismo en Ensenada concretaron una presentación formal ante la Destilería, reclamando el cese de los perjuicios que ocasionaban los ruidos molestos. Demasiado bien se conoce que el problema de la contaminación sonora no se circunscribe al polo petroquímico.
El caso de algunos boliches o clubes emplazados en lugares residenciales, de canchas de fútbol u otros deportes ubicadas como linderas de propiedades privadas, en donde se juega hasta altas horas de la noche pues disponen de iluminación, en clara violación de reglamentaciones que están vigentes pero que las autoridades no hacen cumplir, no alcanzan tampoco para agotar la enumeración de casos similares.
Autos particulares que disponen de poderosos equipos de música, que se desplazan atronando las calles sin que ninguna autoridad evite esa agresión; motos y automóviles con los escapes carentes de silenciadores, integran también un inagotable muestrario de la contaminación sonora que perturba la vida de miles de habitantes. Es verdad que se han experimentado avances contra algunos tipos de contaminación, como en el caso de las aguas y los suelos.
Pero también lo es que en la Región existe piedra libre para los ruidos molestos. Ninguna autoridad se siente conminada a actuar, pese a que las leyes así se lo prescriben. El hecho concreto es que no se advierte que exista una acción decidida contra esta forma de contaminación. A todos luces se está ante un problema crítico que requiere no sólo una reacción institucional -eficaz y ejecutiva-, sino también una actitud colectiva más solidaria, susceptible de acompañar los programas que deban ponerse en práctica.
Fuente: www.eldia.com.ar
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