Impulsan en Santa Rosa una ordenanza que regule a los centros culturales alternativos

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La situación de la Biblioteca Obrera fue disparador del debate. En la ciudad de Buenos Aires, un grupo de diputados elaboró una iniciativa para proteger a los espacios artísticos, participativos y populares ante la ola de clausuras del gobierno de Macri. En Santa Rosa, el disparador fue un cierre que dispuso el gobierno de Larrañaga.
Como consecuencia de la clausura de la Biblioteca Obrera, sede donde además funciona el Partido Socialista Auténtico, una serie de asambleas que se hicieron en el lugar tomaron la decisión de impulsar una ordenanza que regule el funcionamiento de los centros culturales alternativos.
La idea se conversó en varios de esos encuentros y se sigue analizando en las asambleas de los viernes. Una de las posibilidades más cercanas es tomar como base la iniciativa que en la ciudad de Buenos Aires presentó el diputado Pablo Ferreyra junto a otros referentes del Frente Para la Victoria.
En Santa Rosa, la Biblioteca Obrera fue clausurada por la Municipalidad de Santa Rosa a partir de algunas quejas vecinales por supuestos ruidos molestos, aunque los propios funcionarios del intendente Luis Larrañaga admitieron la ambigüedad de la figura legal y dieron a entender su acuerdo con avanzar en una normativa que diferencie a los centros culturales de los “salones de fiesta”.
Los protagonistas de las asambleas harán el intento de llevar un borrador de la ordenanza propuesta al Concejo Deliberante, para tratar de zafar del vacío legal en que se encuentra el “rubro”.
En la ciudad de Buenos Aires, justamente en estos días, un grupo de legisladores elaboró un proyecto que crea la figura legal del centro cultural, dirigida a proteger los espacios barriales, autogestivos y cooperativos que son motivo de clausuras permanentes por parte del gobierno porteño.
Esa iniciativa consta de 30 artículos. En su primer artículo denomina como centro culturala cualquier espacio no convencional, experimental o multifuncional en el que se realicen manifestaciones artísticas de cualquiera de los lenguajes existentes, que signifiquen espectáculos, funciones, festivales, bailes, exposiciones y muestras con participación directa o tácita de los intérpretes y asistentes”.
El artículo agrega el tipo de actividad a la que habilita la ley: “Ensayos, seminarios, charlas, talleres, clases y/o cualquier actividad de carácter educativa y formativa relacionada con todas las manifestaciones tangibles e intangibles del arte y la cultura”.
Pablo Ferreyra, legislador porteño del espacio “Seamos Libres”, dijo: “La letra del proyecto tiene como base lo que trabajamos con el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), que aglutina a una cantidad importante de centros culturales de la ciudad”. Lo acompañan Edgardo Form (NE), Lorena Pokoik (FpV) y Susana Rinaldi (FPP). “A partir de una concepción política que tiene el PRO sobre la cultura, estos centros sufren el ataque constante de los inspectores, clausuras que tienen altísmos costos para ser levantadas”, agregó Ferreyra.
En Santa Rosa la clausura la concretó la gestión de Luis Larrañaga. Varios aspectos de la ambigüedad se repiten en la capital pampeana, pese a las diferencias con la ciudad de Buenos Aires.
Por ejemplo, encuentran gente bailando (una peña, una milonga o una clase de baile, por ejemplo) y exigen la inscripción como disco; exigen un plano de evacuación que puede resolverse con un plano diseñado por el arquitecto, y capacidad del lugar, que podría adecuarse según el tipo de actividad. Así lo enumeró el propio Ferreyra en una entrevista con Página/12.
En Buenos Aires, el proyecto establece cuatro tipos de espacios culturales autogestivos: la casa de cultura, con capacidad para 80 asistentes, y los centros culturales clases A (81 a 150 personas); clase B (de 51 a 300 personas, con una superficie no mayor a 500 metros cuadrados, y clase C (301 a 500 personas con superficie no mayor a 1000 metros cuadrados).
También se prevé la excepción a ciertos trámites que pueden tener sentido para grandes emprendimientos del espectáculo o la cultura, pero que en espacios autogestivos funcionan sólo como barrera; la de habilitarlos a contar “con un servicio mínimo de bufet, siempre que no ocupen más del 30 por ciento del espacio, y que cuenten con requerimientos indispensables pero mínimos como agua caliente y fría y desagüe a la red cloacal”.
Fuente: www.eldiariodelapampa.com.ar
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