La queja de un vecino silenció las campanas de una tradicional iglesia

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Es la del Salvador, de Callao y Tucumán. Sonaban desde hace 115 años, pero hubo un reclamo por ruidos molestos.

Adentro todo sigue igual: la Virgen María espera a los fieles, los curas se sientan en sus confesionarios, el techo está cubierto por una tela que cubre en parte los vitrales para protegerlos de trabajos de refacción. Y una figura de Jesús sufre, acostada, detrás de un vidrio. Afuera, en cambio, todo cambió . Desde hace poco más de un mes, donde había un repique cotidiano, solo hay silencio : las campanas del antiguo reloj electromecánico de la iglesia del Salvador dejaron de sonar tras 115 años porque un vecino presentó una queja por ruidos molestos . Y las autoridades del templo, ubicado en Callao y Tucumán, decidieron silenciarlas hasta que se pueda llegar a un acuerdo. Actuó la Justicia Contravencional porteña y en una primera instancia de mediación habrían acordado que las campanas ya no suenen de noche .

La noticia conmovió a los vecinos. Y, sobre todo, a Alberto Selvaggi, uno de los pocos relojeros que conocen los antiguos sistemas en la Ciudad y que tiene a su cargo, además del antiguo aparato de la iglesia , el histórico que funciona en la Legislatura porteña. Selvaggi está triste: dice que el reloj de la iglesia es su preferido. “Lo amo, y lucho por su conservación. Que justo quieran callar a éste es una desilusión para mí”, contó, con amargura. Por ahora, explicó, no hay novedades de lo que puede pasar. Pero él quiere que todo vuelva a ser como antes: que las campanas suenen cada quince minutos y cada hora tirando sus bin ban , como dice que suena su arreglador, según el momento del día.

Selvaggi lleva 20 años trabajando en la Legislatura, tiene 57 de profesión y 72 de edad. Hace 25 que está a cargo del reloj del templo. Esa máquina es una de las pocas que quedan en la Ciudad de ese tipo, y está en funcionamiento desde fines del siglo XIX . Es tan valiosa y tradicional como la iglesia y el colegio del Salvador, que fue construido por los jesuitas y que desde 1868 viene formando generaciones de estudiantes. Es de origen francés y fue fabricado por los hermanos Prost. Pero además oculta otra historia que no todos conocen. “Las campanas en conflicto pesan 80 kilos y fueron hechas en una fundición que se llamaba Raffo y que estaba sobre la avenida Corrientes. Hoy nadie se acuerda ni puede creer que alguna vez hubo una fundición sobre Corrientes ”, explicó Selvaggi.

Y agregó: “En estos 25 años jamás hubo una queja , jamás. Al contrario, cuando estuve de vacaciones la gente se sorprendía si no andaba. Yo fui el que restauré el reloj: hay que darle cuerda una vez cada ocho días . Y yo voy. Lo tomé como un desafío y ya es tradición. Entro como si fuera mi casa, tardo 20 minutos en darle cuerda. Ahora un tipo joven que se mudó enfrente hace un mes y medio se presentó para decir que le molestaba . Presentó un amparo y consiguió una conciliación”.

Ayer, Clarín intentó comunicarse con la secretaría de la iglesia. Pero el rector de la institución, el padre Daniel Barrera, admitió la situación aunque prefirió no hablar del tema “porque aún está en negociación”. Un colaborador explicó que hay una orden “para no hablar” y que en el templo son “muy celosos de la información”. En la secretaría del colegio dieron una pista de lo que puede pasar: todo indica que buscarán arreglar con el denunciante y que aceptará poner un temporizador para que las campanas no suenen de noche . Probablemente después de las 21, como ya ocurre en la Legislatura.

Desde el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad confirmaron que el denunciante es un joven de unos 30 años que se mudó frente a la iglesia hace poco más de un mes y que presentó una queja por “ruidos molestos”. Esa queja llevó a una mediación con el colegio, y ahora se estaría analizando lo del temporizador .

En medio de la puja, Clarín habló con los vecinos. En la farmacia que está enfrente de la iglesia dijeron que “las campanadas son tan suaves que no pueden molestar a nadie ”. Para otros es una gran pérdida: Balbino Alba, por ejemplo, trabaja en un bar sobre Callao al 600. “Esas campanas me hacían acordar mucho a cuando yo era chico y vivía en Asturias. Es una pena que por una sola persona se hayan silenciado”, lamentó. Norberto, el padre del joven que hizo la denuncia, defendió a su hijo.

“De noche no se puede descansar” , justificó.

Fuente: Clarin
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