El problema se remonta nada más y nada menos que a la Antigua Roma. Para ser rigurosos habría que decir que es inherente a la Humanidad y a las características de su sistema auditivo. El dato histórico viene a cuento porque, al parecer, Julio César fue el primero en tomar medidas al respecto cuando reguló la circulación de ciertos carruajes por las calles céntricas del Imperio debido al golpeteo que producían las ruedas sobre el adoquinado. La civilización sumó motores, sirenas, música (¡y estéreos con subwoofer reforzado para bajos poderosos!), excavadoras y amoladoras, caños de escape y ruido, mucho pero mucho ruido. Tanto, que hoy es uno de los problemas principales a solucionar en las grandes metrópolis, que en general sobrepasan ampliamente los niveles de ruido tolerables . Tras la sanción de la Ley 1540 de Control de Contaminación Acústica, en la Ciudad se avanza con la instalación de 41 torres de monitoreo inteligente que servirán para elaborar un mapa de ruidos y así poder tomar medidas que mejoren la situación.
Desde la Agencia de Control Ambiental informan que ya instalaron la mitad, hay 12 que están midiendo y el resto en calibración. Y las que están instaladas arrojan sus primeros y contundentes datos : mientras que la Organización Mundial de la Salud fija en 65 a 70 decibeles (dB) el máximo tolerable para la vida cotidiana, en Santa Fe y Callao se registra un promedio de 77,7 decibeles de día y 73,8 de noche ; en José María Moreno y Rosario el rango es de 76,6 a 72,7 ; en Rivadavia y Medrano, 76,2 y 72,2 ; y en Viamonte y Suipacha, de 75,3 a 70,7 .
“El objetivo es que la información que se obtenga permita activar procedimientos de control para prevenir o combatir situaciones puntuales, y diseñar políticas que permitan tomar decisiones sobre, por ejemplo, cambios en el tránsito, como sucedió con los contracarriles de las avenidas Santa Fe y Pueyrredón”, apuntan desde la Agencia. Ocurre que allí, con las dobles mano y el vuelco de los colectivos a las avenidas, al redistribuir la circulación, la calle Marcelo T. de Alvear, entre Esmeralda y Pueyrredón, registró una reducción de entre 5,2 y 7,2 decibeles . Del otro lado de Santa Fe, sobre las calles Arenales y Juncal, con menos transporte público, la reducción fue entre 0,3 y 3 decibeles. Pero el ruido no se trasladó en igual medida a Santa Fe: el ancho de la avenida favoreció el balance general del ruido ambiental y la suba que se registró fue de entre 0,4 y 1,6 decibeles.
Un estudio reciente de Gaes Centros Auditivos consigna que el 94,2 % de los porteños considera que vive en un lugar ruidoso y el 35% considera que el ruido al que está expuesto afecta su estado de ánimo entre bastante y mucho. Y para el 83,7% el tránsito es el problema más importante. “El tránsito y las obras en construcción que no respetan horarios de descanso o fines de semana encabezan la lista de las consultas. También se acercan mucho los que viven en los alrededores de la Autopista 25 de Mayo, los que están cerca de las vías del ferrocarril y de Aeroparque. Y hay quejas por recitales, boliches que no tienen aislamiento suficiente y funcionan hasta altas horas de la madrugada y, en menor escala, colegios y gimnasios”, enumera Silvia Cabeza, al frente de la Asociación Civil Oír Mejor.
“El problema es que como no es algo tangible, la gente no se da cuenta, se acostumbra ”, advierte Tamara Potaz, especialista en acústica ambiental y arquitectónica. La pérdida de audición es un proceso gradual y no afecta a todos de la misma manera. “En el oído interno tenemos las células auditivas, cuando esas células son dañadas por la exposición a altos niveles sonoros van muriendo y no se regeneran . Y lo que sucede es que la gente consulta cuando ya es tarde”, explica Potaz. Además del daño que se produce en el sistema auditivo, la exposición constante a ruidos fuertes aumenta considerablemente el nivel de estrés y puede desarrollar hipertensión y cardiopatías . Y el problema se potencia si el ruido es nocturno e impide el buen descanso . La Organización Mundial de la Salud considera que la deficiencia auditiva es el riesgo ocupacional irreversible más frecuente y estima en 120 millones la cantidad de personas con problemas auditivos. El primer síntoma es la interferencia en el habla y también perjudica el rendimiento de los procesos cognitivos .
“Ejercer una conducción vehicular responsable es la clave para disminuir, además de los accidentes, la contaminación sonora y del aire. Manejar con un ritmo moderado respecto de las frenadas o aceleraciones reduce los ruidos y las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Y la utilización de la bocina debe ser limitada para advertir una situación potencialmente peligrosa a otros conductores o peatones y siempre que no sea posible la utilización de otro tipo de señal”, advierte Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público porteño.
Por esta razón, como ocurre en otras ciudades avanzadas del mundo, desde 2009 en la Ciudad incluyen contenidos de conducción ecológica en los cursos de instrucción de manejo necesarios para obtener o renovar el registro. Y tratan de intensificar controles diarios a colectivos y camiones para que no excedan los niveles de ruido permitidos. “La idea es controlar cada unidad dos veces por año”, apuntan.
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