Los ruidos molestos y perjudiciales para la salud aumentaron en los últimos tiempos en la ciudad de Buenos Aires, en un momento en que aparece auspicioso para los vecinos el reciente fallo judicial que obliga a la empresa AUSA a accionar barreras contra la contaminación sonora.
Los estudios revelan que Buenos Aires se encuentra entre las cinco ciudades más ruidosas del mundo -como lo son también Mendoza, La Plata y Santa Fe en el ranking argentino- y que en avenidas de fuerte flujo vehicular supera los 70 decibeles, que marcan una frontera entre lo razonable y lo perjudicial para las personas, alcanzando uno de sus máximas niveles en las proximidades de las autopistas.
En este sentido, un reciente fallo judicial avaló después de 14 años el reclamo de un vecino porteño que vive a 50 metros de la Autopista 25 de Mayo, una sentencia que obliga a AUSA (la empresa del Gobierno porteño que gerencia las autopistas urbanas) a presentar un proyecto para reducir los ruidos.
«Hay una falta de planeamiento urbano, algo que quedó congelado hace años», dijo a Télam el arquitecto Teodoro Potaz, de la organización Acústica Legal, al analizar las causas del incremento de la contaminación sonora, y ejemplificó con «las autopistas, que fueron pensadas para tantos miles de autos, que después fueron aumentando, pero no se modificaron».
El arquitecto señaló que el ruido que generan las autopistas se podría resolver «colocando barreras en los costados que desarrollen una protección acústica, para que el ruido rebote adentro de la autopista, lo absorba y no pase hacia afuera, pero el problema es que las autopistas tienen una degradación que aumenta permanentemente y una falta de planificación, que lleva a que no asuman el gasto para solucionarlo».
«Pero -enfatizó- se puede solucionar perfectamente con un equipo de ingenieros, como los hay en Europa, donde se da todo un desarrollo tecnológico que habría que aplicarlo para el impacto ambiental que producen todas las fuentes sonoras que están sobre exageradas en el ruido».
A su vez, el arquitecto destacó los aspectos sociales y psicológicos que operan en la problemática de la contaminación sonora, al plantear que «la población esta infectada, en cierta manera, de una problemática que ante cualquier situación se exaspera, subió el nivel de sensibilidad en el individuo para ya no soportar lo que pasa en las fuentes generadoras de sonidos».
Potaz se refirió a situaciones relacionadas al aumento de autos en la calle, como cuando hay paros de trenes, subtes o colectivos, lo que «contribuye a la contaminación sonora, que exaspera al individuo».
En este sentido, precisó que «se incrementaron los ruidos y también las molestias del individuo. El individuo no vive en paz, hay gente que duerme con ruidos», e hizo alusión a los bocinazos, a los ruidos de los autos, la velocidad, las sirenas, el ascensor, los perros del vecino».
Junto con el aumento de ruidos «hay un incremento de los reclamos«, dijo Potaz, tras añadir que «me llegan hasta quejas de que el señor de adelante tenía un perro y ahora tiene dos perros, hay temas que son de asistencia social».
Por su parte, la fonoaudióloga Mónica Matti de la fundación GAES Centros Auditivos, coincidió en que «las quejas por ruido han aumentado en todas partes y responden a una gran variedad de causas, entre las que destacan aquellas que afectan a las actividades de ocio nocturno, en terrazas, discotecas, zonas de concentración juvenil; al tráfico rodado y aéreo; a conflictos de convivencia entre vecinos; a obras en la calle; a servicios públicos, y a la actividad industrial ruidosa».
En diálogo con Télam, aseguró que estas situaciones llevaron en los últimos años a que «algunos de estos conflictos pasaran al ámbito de la justicia y se dictaran las primeras sentencias».
En forma paralela a esta realidad, los problemas auditivos en la población crecieron, según la especialista, quien sostuvo que «han aumentado considerablemente las consultas al especialista ORL (otorrinolaringólogo) de adolescentes y adultos jóvenes por presentar síntomas como acúfenos, sensación de oído tapado y/o hipoacusia momentánea o permanente por exposición a ruidos fuertes al concurrir a recitales, boliches o al uso prolongado de dispositivos para escuchar música a intensidades muy por encima del nivel recomendado y saludable».
De hecho, así como el transporte en autopistas, avenidas y calles es uno de los principales causantes de contaminación acústica junto con la construcción y la industria, también lo es, en el plano individual, el uso cada vez más frecuente de celulares y reproductores de audio pequeños y potentes, capaces de aumentar el volumen hasta 120 decibeles.
La inconciencia frente a este daño a nivel individual se suma de alguna manera a lo que planteó Potaz a nivel general, de que hay «una dejadez en el respeto a las costumbres y entonces la gente se va viciando y no le importa si tiene un escape libre o el tema de la velocidad que repercute en el impacto ambiental, pero no es la culpa del individuo porque a él le quitaron muchas cosas, el problema es social».
Fuente: Telam
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