Luego de tantos avances culturales concretados en el mundo y también en nuestra ciudad referidos a la necesidad de fijar pautas para combatir contra todo tipo de contaminación -entre otras, la generada por los ruidos molestos– y, asimismo, en lo que se refiere a la necesidad de establecer zonificaciones para el desarrollo de determinadas actividades, resulta por cierto llamativo como desalentador el hecho de que numerosos vecinos de La Plata sigan acosados por los desbordes y desmanes que se suceden como consecuencia de la presencia de boliches nocturnos en distintos barrios.
Así, tal como lo detalló una reciente nota publicada en este diario, a pocos metros del Palacio municipal, en la zona de plaza Moreno, los vecinos dijeron vivir cada fin de semana aterrados por los desórdenes que se generan a la salida de un boliche, en tanto que la Policía aseguró encontrarse frente a una “lucha de nunca acabar”.
Es un miedo que renace cada fin de semana y que, según pudo verificarse, se traduce por ejemplo en vidrieras rotas y en el hecho de que muchos comercios debieron proteger sus frentes con cortinas metálicas. Los vecinos aseguraron que, en los fines de semana, cada madrugada se convierte en un escenario de destrozos y batallas campales con el añadido de las ruidosas picadas que protagonizan grupos de motoqueros. Añadieron que no entienden cuál es el motivo por el cual la Policía y la Municipalidad no intervienen, a pesar de las múltiples denuncias que vinieron realizando.
Correspondería advertir que las protestas y presentaciones vecinales actualizan una problemática que no se agota en los ruidos molestos. Pero además, en los últimos años, no han sido los boliches los únicos protagonistas de la nocturnidad, ya que se vinieron sumando muchos clubes. Ya se ha señalado que, en estos casos, la Municipalidad debiera analizar si no correspondería recategorizar a esas entidades, de modo que queden alcanzadas por los planes de zonificación, propios para regular la radicación de los boliches nocturnos.
Como se había señalado ya en esta columna, con los ruidos molestos ocurre como en el tránsito: reina el caos; son pocos los que cumplen con las normas o existe una suerte de anomia autorizada tácitamente, pero todo sigue igual y aún empeora día a día. Por otra parte, las eventuales omisiones en que incurre en poder público obligan a los vecinos -a veces al precio de enfrentar serios riesgos- a intervenir en defensa de sus derechos.
El hecho concreto es que en el ámbito platense no se advierte que exista una acción decidida contra esta forma de contaminación sonora y contra los diversos trastornos y daños que de ella se derivan. A todas luces se está ante un problema crítico que requiere no sólo una reacción institucional -eficaz y ejecutiva-, sino también una actitud colectiva más solidaria, susceptible de acompañar los programas que deban ponerse en práctica.
Fuente: www.eldia.com.ar
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