En la edición del 3 de enero del corriente año hacíamos mención a una ordenanza puesta en vigencia en la ciudad de Gualeguaychú sobre la contaminación acústica y la aplicación de severas multas a quienes la transgredieran. En la oportunidad recordamos que en nuestra ciudad si se quiere encarar una campaña para combatir una contravención que se ha hecho moda perniciosa se encuentra en vigencia la ordenanza 7698, sancionada en julio de 2006, que actualiza disposiciones vigentes en la ordenanza 3109, de Ruidos Molestos, promulgada el 7 de diciembre de 1987. La ordenanza de 2006 explicita con precisión las prohibiciones: la circulación de rodados y aviones con propaganda comercial y política, castiga la carencia de silenciadores de escape, la utilización de bocinas estridentes, el uso de bombas de estruendo, petardos, el ensayo de comparsas en lugares poblados, etc. En el artículo 2º se establecen los procedimientos de medición, los instrumentos, el criterio, las mediciones de oficio, el nivel de ruido admisible y las multas a los infractores que oscilarán entre los 50 litros y 500 litros de nafta super, siendo su autoridad de aplicación el Juzgado de Faltas, llegándose al secuestro de los elementos utilizados para la propagación de ruidos molestos. De la simple lectura surge que el incumplimiento de la ordenanza es prácticamente absoluto. A estas causantes de ruidos molestos se han agregado en la actualidad los automóviles, y aún motocicletas, que con potentes equipos de música circulan en cualquier horario y lugar transportando la estridencia atronadora de sus gustos musicales. Esto se agudiza en las madrugadas previas a feriados, viernes y sábado, y ni que decir en época de vacaciones. Con potencia inusual participan de su gusto musical a quienes ven interrumpido su descanso; tampoco se tiene en cuenta si se pasa frente a una clínica o sanatorio. Es una competencia en la que participan unos pocos, pero que padecen los vecinos de cualquier barrio. A lo que se agregan motos con sus escapes modificados para producir potentes detonaciones. Días pasados pareció encenderse una luz de esperanza cuando algunos vecinos se reunieron con autoridades municipales para hablar del suplicio de cada fin de semana, especialmente. Sin embargo, no se sabe de nuevas reuniones ni avances. Mientras tanto la agresión continúa, quedando expuestos a la conducta peligrosa que además de lesionar la normal convivencia en la población, genera también trastornos psicológicos o fisiológicos. Por la calidad de vida de la ciudad y su población sería bueno poner límite a tanta permisividad
Fuente: www.lacalle-online.com
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