Un lavadero perdió ocho metros de medianera por un pozo de cimientos en el terreno lindero, y no por una explosión, como se dijo por las pérdidas de gas que causó el accidente. Fue al anochecer y por eso no hubo víctimas.
Pese a las primeras versiones que hablaban de una explosión, el derrumbe de la medianera entre un lavadero en Aranguren 359 y un terreno vacío en el 349 fue otro caso de una obra de excavación mal hecha. El miércoles al anochecer, en esa cuadra de Caballito se deslizaron hacia abajo ocho metros de muro, de casi quince de altura, con gran estruendo. El deslizamiento rompió la cañería de gas del lugar y el fuerte olor hizo pensar a los vecinos que había explotado alguna de las máquinas del lavadero. Ayer, las inspecciones descartaron completamente esa idea.
Aranguren 359 es una casa de planta baja y un primer piso parcial en las que funciona el local de atención al público y la sala de lavado de Lavadero Caballito SRL. La firma alquila el edificio y el primer piso es la vivienda de los cuidadores, un matrimonio con hijos pequeños, uno de los cuales sufre de un síndrome autista. Pasadas las 19, con el local cerrado y sin trabajadores en actividad en el terreno lindero, se produjo el derrumbe. De inmediato, el lavadero y la vivienda se quedaron sin luz y el lugar se vio envuelto en una nube de gas.
Defensa Civil, bomberos y el SAME llegaron a Aranguren al 300, entre Campichuelo y Lobos, y ayudaron a salir a la familia, que no sufrió heridas. Se cortó el gas, el agua y el suministro de luz, y la familia no pudo regresar a su casa. Ayer, jueves, la Guardia de Auxilio revisó el lugar y encontró que el edificio, pese al derrumbe del techo del galpón trasero –donde están las máquinas–, se encontraba estable. El arquitecto Carlos Segura hasta explicó que le informaría al fiscal del caso que la familia puede volver a entrar a su casa, si la Justicia lo autoriza.
El terreno del 349 no mostró señales de actividad ayer, ya que ni los obreros ni los responsables de la obra se presentaron. En la entrada no figuraba el cartel de obra obligatorio, pero el terreno tiene un ya viejo permiso de construcción de obra nueva, el 37583, de 2008. Pese a que las leyes indican que un permiso de obra caduca, el gobierno porteño raramente hace cumplir esta reglamentación. El plano de demolición, también de hace cinco años, muestra como responsable a Marcelo Tasuoni y el arquitecto encargado es Federico Gandolfo, matrícula profesional 004861. El número a agregar al caso es el de la clausura de la obra, el 004861.
Según Ondina Fraga, comunera de Caballito, el derrumbe tiene razones muy claras: al excavar se descalzó el muro de medianera y buena parte de él, ocho metros, “bajaron”. El mismo peso y el movimiento rompió el muro, que arrastró el techo del galpón y parte de la fachada, que cayeron a la vereda. Fraga se preguntó si se había realizado un estudio de suelos antes de realizar las excavaciones.
En los seis años de gestión de Mauricio Macri se produjeron varios derrumbes esencialmente idénticos al de la calle Aranguren. Si no hay víctimas, como sí las hubo en otros derrumbes, las únicas consecuencias para los empresarios de la construcción son el pago de multas de un monto absurdamente bajo y el resarcimiento de la propiedad lindera dañada.
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