Se aproxima la hermosa fiesta de nuestra industria madre: La Fiesta de la Vendimia en el teatro griego Frank Romero Day con la finalización de sus hermosos fuegos artificiales, pero asociados al estruendo de petardos, bombas y otros artefactos explosivos.
El lugar es vecino al zoológico que aloja a especies silvestres cuyo poder auditivo es 200 ó 400 veces mayor que el del género humano. Esta desgraciada coincidencia produce la tortura, la locura y los daños irrecuperables a los sistemas auditivos de gran parte de las especies silvestres que allí viven.
Imaginemos lo que produce en estos seres indefensos del zoológico el concierto de explosiones coronadas por el pavoroso estruendo del petardo final. Adherimos a la belleza de los colores y formas de los fuegos de artificio pero no a su asociación con el ruido, que es la forma más salvaje y primitiva de manifestar júbilo, contento o regocijo.
Todo el año es ruido. El ciudadano común no tiene defensa y menos aún los animales silvestres y domésticos, especialmente los felinos, sobre todo aquellos que no pueden volar y abandonar el nido -que atormentados por su fino sentido del oído- aúllan, buscan refugio, ladran, braman y se orinan en cualquier lado, de terror y dolor físico. Como expresa Santiago Kovadloff (Los Andes 3/2/08): “La sociedad argentina suele vivir en ambientes donde la estridencia manda, porque gritar brinda más beneficios que sentarse a dialogar”.
Están en vigencia normas jurídicas como la ordenanza general 12/78 de la ciudad de Mendoza, que en su art. 11 prohíbe el uso de fuegos artificiales, cohetes, bombas de estruendo, etc. y la ordenanza 2976/90 art. 41 inc. f, prohibiendo el uso de cohetes, bombas de estruendo y similares.
Guillermo Padín Videla – LE 4.060.498
Fuente: www.losandes.com.ar
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