Un vecino denuncia a un boliche por ruidos molestos

Cada vez más ruido en las zonas de esparcimiento
21/01/2013
Pedidos y quejas vecinales
23/01/2013

Roberto Maño, vive en el barrio Pringles y asegura que la música fuerte le trajo graves problemas de salud. Pide que lo clausuren.
Roberto Maño es compositor, pero jamás imaginó que la música podría convertirse en su peor pesadilla. Desde hace más de dos años, los ruidos nocturnos ocasionados por el boliche bailable Hendrix Evolution, ubicado al lado de su vivienda, en Justo Daract, no lo dejan dormir. Los trastornos físicos y psicológicos fueron deteriorando su salud al punto de que a principios del año pasado sufrió un ACV. Junto a un grupo de vecinos, Roberto solicitó en reiteradas oportunidades al Ejecutivo municipal la clausura del local, pero tras algunas idas y venidas el club todavía sigue con sus puertas abiertas.
“Hace dos años y medio nos pidieron un permiso para abrir el local. Todos firmamos, creyendo que no iba a haber inconvenientes ya que veinte años atrás también hubo un boliche. Pero ahora los tiempos cambiaron -comentó con amargura el vecino de 70 años-. Un año más tarde empezaron los roces. Fuimos en persona y pedimos que bajen los decibeles, que cambien de lugar los parlantes, pero no hubo caso».
«Además nos empezamos a dar cuenta de que ensuciaban nuestras veredas y jardines, rompían los vidrios, las casetas de gas, las plantas. Pero lo peor de todo eran las vomitadas que nos dejaban en las puertas y las veredas», contó con desconsuelo Roberto.
Al tiempo, los vecinos se dieron cuenta de que, en realidad, el boliche nunca debió estar allí. El artículo Nº 9 de la ordenanza 1978 (año 2005), decía: «El Departamento Ejecutivo Municipal no autorizará el funcionamiento de locales a menos de 200 metros de (…) lugares de culto (…)». Sin embargo, a tan solo una cuadra y media de «Hendrix Evolution» se erige la Iglesia Evangélica Bautista «Valle de Bendiciones».
«Descubrimos el error y decidimos mandar una nota a la Municipalidad. El por entonces intendente Alfredo Domínguez nos dijo: ‘Ya tienen el permiso. Si los corremos nos van a hacer juicio’. Entendimos la situación, pero les pedimos que a fin de año no le renovaran la habilitación. Evidentemente fracasamos porque se la siguieron dando, pese a que estaba prohibido», relató Roberto.
Trastornos de salud. El infierno musical de Roberto no tiene nada que ver con la famosa pintura de El Bosco: es una realidad que vive todos los viernes y sábados a la noche, desde hace ya dos años, cuando aparecieron los primeros síntomas de un problema que iría in crescendo.
El 17 de agosto de 2010 Roberto pidió ayuda profesional aduciendo “desgano, miedos, insomnio, opresión en el pecho y abatimiento». El psicólogo le diagnosticó «trastorno depresivo, ya que presentaba estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, pérdida de interés en casi todas las actividades y dificultad para concentrarse».
El cuadro se agravó y en enero de 2012, Roberto «fue atendido presentando hipertensión 220/110 con pérdida de conocimiento, hiperparesia derecha, ACV transitorio y precordalgia», de acuerdo al parte médico.
El cardiólogo Jorge Vassallo declaró que «la insuficiencia coronaria empeora en horario nocturno por imposibilidad de descanso normal. Se encuentra inestable emocionalmente, debido a permanente ruido (…). Ante estos síntomas indico medicación y requiero tranquilidad psicofísica del paciente, ante la posibilidad de padecer otra patología de gravedad, como un infarto».
Desesperado, Roberto incluso solicitó los servicios de Wilfredo de la Cruz, un perito técnico electromecánico, quien a través de una medición sonora en el domicilio determinó que «los niveles registrados en la casa de familia del solicitante, su local comercial y jardín, superan en alrededor de 15 dB (decibeles) a los niveles de ruido de fondo factibles en la morada». El detalle del informe además indica que en el jardín (próximo al dormitorio familiar) los niveles sonoros oscilan entre 66 y 70 dB.
Idas y venidas. El 17 de mayo del año pasado, el Concejo Deliberante de Justo Daract modificó, a través de una ordenanza, la regulación de la actividad de boliches bailables en la ciudad. El artículo Nº 1, que viene a reemplazar al antiguo Nº 9, indica que «los locales no podrán emplazarse a menos de 100 metros de residencias existentes, aún cuando las viviendas estén fuera del perímetro detallado», y remata: «Para adecuarse a lo establecido, los boliches que ya estuvieran habilitados por el Municipio tendrán un plazo máximo hasta el 31 de diciembre de 2012 para hacerlo efectivo«.
«A final de año clausuraron los dos locales bailables, pero el 11 de enero de 2013, el Concejo decidió extender una prórroga, alegando que los jóvenes no tendrían un lugar de esparcimiento y diversión durante el verano», comentó Roberto, quien a esta altura ya sospecha que existen «intereses ocultos»: «Siempre son los mismos tres concejales los que se rehúsan a cerrar los boliches».
Después de dos años y medio, Roberto y los vecinos del barrio Pringles sueñan con que la cuadra recupere la tranquilidad de otras épocas.
Fuente: www.eldiariodelarepublica.com
Link: Ver Nota

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

¿LE INTERESA ESTA LECTURA?

¿LE INTERESA ESTA LECTURA?

¡Reciba GRATIS nuestros boletines de Peritajes Edilicios, Arquitectura Legal y Acústica Legal por email!

Desde ahora forma parte de nuestra comunidad ¡Bienvenido!