La ciudad y su calidad ambiental

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Según una información que tomó estado público días atrás, entre los planes del futuro Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que presidirá Aníbal Ibarra, figura la probable eliminación de la Secretaría de Medio Ambiente. La decisión se adoptaría como parte de un conjunto de medidas tendientes a reducir el gasto público en la urbe porteña.

Los sectores comprometidos con la defensa de la calidad ambiental en el territorio de la metrópoli han recibido esta noticia con preocupación. En una ciudad como Buenos Aires, deficitaria en espacios verdes, plagada de arroyos y cursos de agua en descomposición, agobiada por el smog y la agresión acústica, por citar sólo algunas de las calamidades que agobian a sus habitantes, el solo anuncio de que sería suprimdo el organismo que tiene la misión de velar por el mantenimiento de niveles mínimos de calidad en materia ecológica y ambiental despierta razonables temores y comprensibles recelos.

Es cierto que la eficacia de una política no depende de la existencia de una estructura administrativa determinada sino de la decisión con que un gobierno la lleve adelante, cualquiera que sea el nivel o la jerarquía del órgano encargado de aplicarla. Pero la modificación de las estructuras orgánicas siempre afecta, en alguna medida, la continuidad de los planes y programas oficiales en un área específica de gobierno, pues obliga a un reacondicionamiento de las acciones gubernamentales, por lo menos en lo que toca a la atribución de responsabilidades a organismos y funcionarios.

Sería importante que el futuro jefe de gobierno y sus principales colaboradores emitieran señales claras y expresas de que la modificación estructural que se tiene en mira no habrá de impedir la instrumentación de una estrategia ambientalista sostenida y vigorosa, que libere a la ciudad de los focos de contaminación que la degradan o, por lo menos, reduzca sus efectos deletéreos.

Una concentración urbana tan extensa como la que se fue generando históricamente en estas márgenes del Río de la Plata resulta de difícil gobernabilidad en lo que concierne a la preservación del medio ambiente. Buenos Aires fue creciendo vertiginosa y desordenadamente a lo largo del siglo XX y no existieron políticas sostenidas y coherentes que velaran por un desarrollo armonioso y equilibrado de su potencial urbano.

Es muchísimo, por lo tanto, lo que el gobierno porteño tiene por delante si verdaderamente abriga el propósito de contribuir a la purificación de la atmósfera de la ciudad, a la eliminación de sus múltiples focos de corrupción o putrefacción y a la defensa de sus parques y reservas naturales. Para eso deberá contar con instrumentos de gobierno y administración dinámicos y eficientes. No importa si a la problemática ambiental se le asigna el nivel jerárquico de una secretaría o de una dirección. Lo que interesa es que el instrumento exista y que los funcionarios encargados de manejarlo tengan el respaldo político necesario para llevar a buen término su gestión.

En el caso de que se eliminara la actual Secretaría de MedioAmbiente, sería importante que se evitara la dispersión de los organismos que la integran y de las funciones que ha ejercido hasta ahora. No convendría reiterar el criterio del gobierno nacional, que diseminó los organismos relacionados con el medio ambiente y, de ese modo, les hizo perder fuerza y cohesión. En efecto, el Poder Ejecutivo Nacional traspasó la administración de los parques nacionales a la Secretaría de Turismo y el control de la calidad del agua al Ministerio de Infraestructura, mientras la cartera de Desarrollo Social y Medio Ambiente quedaba a cargo de una estructura residual cuyo peso político no parece que vaya a ser significativo.

En suma, cualquiera que sea el destino que sufra el actual organismo del área en el gabinete de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, debe requerirse de las futuras autoridades porteñas que eviten la dispersión de los organismos del sector y, fundamentalmente, que tomen firmemente en sus manos la defensa de la calidad ambiental y la incluyan entre sus objetivos estratégicos prioritarios.

Fuente: La Nacion
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