«Mi mamá sentía que se moría, por eso saltó», cuenta el hijo de Beatriz López. Desde hace 19 días, la mujer, de 68 años, lucha por su vida. A su lado está Ariel, de 39. No hay día que él no visite a su madre en terapia intensiva. Está allí, dándole fuerzas para que mejore y pueda reencontrarse con sus tres nietos, que, preocupados, preguntan por la salud de su abuela.
Cuando la mujer ingresó en el Centro Médico Ipam su estado de salud era muy crítico. Tenía quemaduras en el 28% del cuerpo. Ahora Beatriz evoluciona favorablemente y empezó a respirar por sus propios medios. «Después de la explosión ella sentía que se moría, que el fuego la quemaba viva. Entonces, saltó a los escombros«, relata Ariel. La mujer, viuda y ama de casa, estaba sola en el departamento del 3° A de la torre delantera. La llamarada que se originó tras explosión no dejaba de salir, amenazante, de entre los edificios y el calor agobiaba a sus habitantes. Beatriz, con parte de su cuerpo incinerado, saltó hacia lo que quedaba del edificio desmoronado.
«Yo estaba en la zona norte de Rosario cuando me llamó mi suegra para avisarme lo que había pasado en el edificio de mi mamá», recuerda Ariel. Como si el incidente recién hubiera ocurrido, todavía puede sentir el temor que le corrió por el cuerpo.
Ahora las esperanzas de que pronto pueda dejar el sanatorio crecen día tras día. Sólo restaría, una vez que así lo consideren los médicos, realizarle a Beatriz una cirugía para implantarle piel en la zona más quemada. «La nieta más grande es la que más pregunta por ella. Esperemos que mamá pueda estar bien para octubre, cuando ella tome la comunión», anhela Ariel.
Como Beatriz, cuatro heridos, de un total de 62, aún permanecen internados. Eva Ardenghi, de 89 años, continúa alojada en el Hospital Español; Ezequiel Risi, de 22, en el área de quemados del Hospital Británico, y José Fernández, de 42, evoluciona en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
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