Habitar cualquier ciudad implica convivir diariamente con una gran cantidad de ruidos molestos. Desde aquí, algunos consejos para lograr que nuestra casa se parezca lo más posible a un refugio de silencio y bienestar.
¿De dónde viene el ruido?
Para solucionar los problemas acústicos, lo primero es detectar y diferenciar sus fuentes: los ruidos pueden provenir tanto del exterior como del propio interior. Por otro lado, tampoco habría que olvidar que también nosotros podemos provocar ruidos que perturben a nuestros vecinos. Por eso no está de más preparar la casa para, si no evitarlos, reducirlos al menos a su mínima expresión.
Aberturas a prueba de nervios
Si vivimos sobre una calle bulliciosa siempre será conveniente invertir en aberturas cuyos materiales contribuyan con la aislación acústica. El PVC, por ejemplo, reduce significativamente el ingreso de ruidos, además de ser un buen aislante térmico. Lo ideal es sumar a este tipo de abertura un doble vidriado hermético: es decir, dos vidrios separados por una cámara de aire. Dependiendo del nivel de exposición al ruido que tenga nuestra vivienda, se puede variar el grosor del vidrio para aumentar aún más la aislación.
Las cortinas como refugio
También las cortinas pueden ser un buen recurso para disminuir el ingreso de ruidos desde la calle. Cuanto más grueso sea el género, mayor será la protección que ofrezcan. Lo único que hay que tener en cuenta es que las cortinas no resulten tan pesadas que su peso nos impida correrlas con normalidad. Si tenemos una cortina fina, podemos superponer por delante otra más gruesa, creando así un cortinado doble que podremos correr por separado según las necesidades. Las telas «dobles», llamadas así porque tienen un doble tramado, son ideales para lograr un buen efecto acústico. Otra buena elección son las telas de tapicería: el terciopelo, la pana, el panamá, el jacquard y la rafia.
Fuente: Espacio Living
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