18/01/11 – Dónde se producen las patologías más habituales en la construcción. Cómo realizar un peritaje y establecer un diagnóstico certero.
Hablar de Patología en construcción tiene una referencia inmediata al mismo concepto utilizado en la medicina. Tal es así que hablar de prevención, diagnóstico, terapéutica y mantenimiento es perfectamente válido en nuestra disciplina como en el campo de la salud cambiando, lógicamente, el sujeto de estudio.
En cuanto a las patologías habituales de los humanos es frecuente escuchar que alguien tuvo un problema de esguince de tobillo, dolencia a nivel de la cervical, luxación de hombro, “agua” en la rodilla o “codo de tenista”. Menos común es escuchar dolencias a nivel de húmero, de tibia, de fémur, etcétera. Con esto diríamos que es más frecuente encontrar problemas en nudos de articulación que en otros sectores del cuerpo.
En la construcción sucede algo parecido. Si analizamos los nudos de encuentro en las diferentes tipologías constructivas que componen un sistema veremos que los llamados más habituales al estudio para consultas, ya sean de tipo pericial o de comitentes interesados en solucionar problemas constructivos, son referidos a filtraciones de agua, rajaduras, fallas de revestimientos o pinturas, uniones entre carpinterías y mamposterías. Es decir, anomalías detectables, a veces a simple vista y otras no, en puntos de encuentro entre materiales que daremos en llamar “subsistemas”.
Estos nudos que, en la etapa de proyecto se analizan bajo el nombre de detalles constructivos o de ingeniería de detalle, son en muchos casos soslayados por los arquitectos dando por sentado que serán oportunamente resueltos por la “gente de obra”.
Se podría decir que uno de los objetivos de estas notas es tratar de borrar de la opinión de muchos comitentes que han requerido los servicios de arquitectos. La imagen de que éstos son, en general, malos constructores.
Como cierre de esta breve introducción, haré un pequeño aparte referido a la antes mencionada “gente de obra”.
La construcción en nuestro país, y por motivos que no vienen al caso tratar aquí, ha perdido en los últimos años cerca de doscientos mil puestos de trabajo, lo que dio como resultado que aquello que antaño era una escuela de oficios que pasaba de padres a hijos, se fuera lentamente perdiendo.
Diferentes entidades como la Cámara de la Construcción, la UOCRA y las escuelas técnicas, de alguna forma paliaron esta falencia a través de cursos de especialidades, pero lamentablemente gran cantidad de operarios que no tenían un oficio ingresaron en las obras como ayudantes. Si poseían alguna habilidad, se auto titulaban medio oficial o algunos más osados, oficiales.
Esta situación de deterioro del recurso humano en el gremio de la construcción, sumada al hecho de que muchas universidades descuidaron en gran medida la formación técnica de sus estudiantes de arquitectura como herramienta indispensable y complementaria del diseño, contribuyeron a formar una imagen errónea del arquitecto. Tendencia que afortunadamente hoy, y en forma muy lenta, tiende a revertirse.
Este curso pretende ser un aporte a la reversión de ese fenómeno, de tal manera que, aprovechando la experiencia del autor, los arquitectos que se incorporen al mercado laboral y los arquitectos con poca experiencia de obra puedan aprender en cabeza ajena, sabiendo que la experiencia propia cuesta mucho y llega tarde.
DIAGNOSTICO Y DETECCION DE FALLAS
El diagnóstico (del Griego diagnôsis = conocimiento) de una patología constructiva es la detección de un problema a través de sus signos (visibles e invisibles) basándose en el conocimiento, la inspección seria y profunda del lugar, el análisis y realización de ensayos y todo aquel elemento que ayude a una opinión valedera. El signo es la causa o el arranque del problema y el síntoma es lo que se manifiesta.
Está de más decir que, al igual que en la medicina, ésta es una tarea muy delicada ya que de un diagnóstico exacto dependerá la terapéutica y el mantenimiento del “paciente-edificio”.
Normalmente, cuando nos acercamos al problema de determinar en un peritaje una opinión o cuando se nos realiza una consulta técnica, tenemos tendencia de ir directamente al diagnóstico y en algunos casos peor, a las acciones terapéuticas. Pero es como un diálogo de sordos entre un edificio (la carcasa construida) y los profesionales.
Los edificios nos hablan, nos dicen cosas, emiten signos o síntomas. Si una fisura se degeneró en grieta empezó en un punto, el edificio nos está diciendo “me empezó a doler acá, después se irradió acá y acá ya no aguanté más, acá me rompí”.
Quiere decir que hay que empezar a replantear algunas costumbres o “deformaciones” profesionales. La primera es la pregunta-respuesta, que la tenemos por herencia de formación. Nos falta cautela, nos falta mesura, nos falta pensar qué nos está diciendo el edificio, cuál es el signo, cuál es el síntoma y, por último, estudiar la posible terapéutica, que es lo más difícil.
O sea, en primer lugar puedo tener un gran bagaje de conocimientos técnicos y armar un cuadro de situación o historia clínica inmensamente rica, puedo decir que el edificio tiene “x” años de ejecutado, que intervinieron tales gremios, que se construyó bajo determinadas condiciones, con tal sistema de fundación, en qué tipo de estructura suelo se apoyó. Puedo dar todo un cuadro descriptivo con el máximo lujo de detalles, pero me puedo equivocar de medio a medio en el diagnóstico. ¿Para qué sirve todo lo descrito si, llegado el momento de plantear una terapéutica que solucione el problema, no estoy en condiciones de hacerlo?
Por tal motivo es necesario que el arquitecto conozca profundamente la técnica de aplicación de cada tecnología, de forma tal que, de la sólida formación técnica, del conocimiento acumulado (experiencia) y de una actualización permanente, surja como resultado una terapéutica adecuada y coherente con la patología diagnosticada.
La diagnosis se puede basar en cuatro parámetros claves:
1) Error de diseño
2) Materialización del hecho constructivo, dentro del cual se detecta a su vez la falla de la puesta en obra
3) La falencia del material en sí mismo y
4) Ausencia de mantenimiento o mantenimiento mal ejecutado.
Si bien no tienen un valor de porcentaje estadístico exacto y los valores pueden ser quizás arbitrarios, las proporciones en las cuales ocurren las fallas antes mencionadas coinciden en la opinión de muchos patólogos. Estos son: –Un 65 % de las patologías detectadas, son atribuibles a errores de diseño o proyecto.
–Un 30 % de patologías atribuibles a puesta en obra, divididas en un 10 % atribuidas a dirección de obra y un 20 % que es materialización de la obra propiamente dicha.
–Apenas un 5 % de las patologías tiene su origen en la falla del producto, en la ausencia de mantenimiento o en la realización inadecuada del mismo.
Esto nos sirve para centrar nuestra atención en ese 65 % atribuible al proyecto, actualizando y ampliando permanentemente nuestros conocimientos y revisando a conciencia y replanteando, de ser necesario, la utilización coherente y correcta de los recursos materiales y humanos que intervendrán en una obra, justipreciando los mismos y previendo las variables que maximicen los resultados con el menor esfuerzo.
En cuanto al 10 % que se refiere a falencias en la dirección de obra y al 20 % correspondiente a ejecución de obra o puesta en obra del proyecto, deberemos lograr que se acoten y se reduzcan a su mínima expresión.
Esto se podría alcanzar por medio del estudio de la experiencia existente, conociendo la casuística de las patologías específicas y hasta dónde puede llegar cada gremio interviniente en la obra.
Para ponerlo en un ejemplo, en la dirección de obra de un hormigonado de losa en 8º piso con camión, ¿dónde se debe ubicar el arquitecto? ¿En la última losa para ver cómo llega el hormigón al encofrado? No, para qué sirve. Si ya llegó al encofrado no existe la posibilidad de retirarlo. Lo correcto sería ubicarse al lado del camión, controlar la calidad del hormigón y verificar que no se modifique al pie de obra la relación agua–cemento.
Si se trata de un hormigón de volteo elaborado en obra, los puntos a controlar serán, por ejemplo: pararse al lado de donde se encuentren acopiadas las bolsas de cemento y controlar la dosificación correcta, establecer y controlar el tiempo de batido que debe tener ese hormigón, controlar que el hormigón que cae fuera del “trompito” no sea recogido y volcado nuevamente en el mismo, etcétera. Esa es la función del director de obra entre otras tantas.
Por otro lado se agrupan las consideraciones respecto de la mano de obra. En primer lugar, el arquitecto debe conocer con qué personal trabaja y qué grado de idoneidad tiene. En base a ello, podrá establecer qué grado de control realizará sobre las tareas ejecutadas por ellos.
De los materiales el constructor se puede despreocupar cuando utilice productos de primera calidad. Porque gracias a los avances tecnológicos los productos hoy en día han logrado, en general, una buena calidad, con buen servicio de asistencia técnica para profesionales y una atención de posventa.
La construcción ha sido una de las industrias que más progresos ha realizado en los últimos años es la química en general, por ejemplo, en lo referente a selladores. Hoy existen selladores para diferentes situaciones y patologías, y muchos de los reclamos a sus fabricantes se generan por el inadecuado uso de los mismos. Para citar un ejemplo concreto, la utilización de un sellador sin filtro de rayos UV expuesto a la intemperie. Si bien el proyectista previó la aplicación de un sellador en el dispositivo constructivo, el mismo fue mal elegido y, por lo tanto, mal utilizado.
Todo esto demuestra que tenemos que poner la lupa en ese 65 % y en el 10 % que corresponden a diseño y dirección de obra respectivamente.
Si la falla estuvo radicada en el diseño, la detección se complica. En cambio si se debe a las otras causas mencionadas, el diagnóstico es más simple.
Como primera conclusión se podría decir que, si el proyectista se equivocó en la solución técnica, pudo haber atemperado este error previendo los mecanismos de acceso al nudo del mismo, como ser puertas trampa, de inspección, etcétera. O bien dejando constancia en los planos conforme a obra cómo quedó finalmente la disposición de todas las instalaciones que componen la obra terminada, ya sean complementarias o no.
Para entender mejor esto, digamos que, si un fabricante de automóviles no logra una buena resolución técnica en el armado del motor, agravaría aún más su error de diseño al no prever una reparación futura de fácil acceso o simplemente concebir y prevenir sobre cómo será el mantenimiento del mismo.
Si la falla se debe a la materialización del detalle (ya sea por error de la puesta en obra o por falla del producto) su corrección puede llegar a ser más simple y, volviendo a la analogía mecánica, concluiríamos diciendo que una pieza del motor mal colocada o fabricada puede reemplazarse con mayor facilidad que lo que implicaría un rediseño parcial o total. Si en cambio la ruina se produjo por causa fortuita, el diagnóstico deberá tener en cuenta si dicha causa se pudo haber previsto.
El enfoque entonces apuntaría a optimizar dos temas:
1) El control del diseño con su consiguiente seguimiento en obra.
2) Las inspecciones de mantenimiento del edificio ya funcionando.
Desde ya que el seguimiento en obra estará a cargo del arquitecto como constructor o director de obra y el segundo, del usuario (si es idóneo) o del mismo constructor como seguimiento de “post-venta”.
En este último caso habrá que concientizarlos para evitar a los “salvadores” que, obviando la opinión profesional, querrán solucionar el problema vendiendo su producto mágico, que casi seguramente no sea el adecuado.
LAS PATOLOGIAS SEGUN SU ORIGEN
Las patologías se expresan a través de diversas formas, como ser grietas, englobamiento de revestimientos, solados o cielo rasos, fisuras, variación de color o forma, desplomes, desniveles, variaciones termo-acústicas, etcetera, las que pueden ser clasificadas como de colapso inmediato o latente.
Entre las primeras veremos sistemas estructurales, de instalaciones complementarias, murarios, que entran en colapso muy rápidamente y donde la velocidad y precisión del diagnóstico se hace, por razones obvias, imprescindible. Entre las segundas, que sufren una espiral lenta pero creciente de deterioro, los sistemas se van degradando hasta llegar en algunos casos a ser de colapso inminente.
Va a ser bastante frecuente que nos encontremos en obra con patologías que son enmascaradas por “maquillajes” superficiales como revestimientos, muebles, cuadros, etcétera, sobre todo por desconocimiento del origen del problema.
Habrá otros casos intermedios donde por una parte se conoce a medias la causa y, por otra parte, una mala fe que lleva a ocultar el síntoma. Por último, lamentablemente, nos vamos a encontrar con aquellos que conociendo la causa de la falla, se empeñan en enmascararla.
Algo que es de suma importancia para entender algunas patologías es el conocimiento de tipologías o sistemas constructivos de otras épocas. Esto permite entender el cómo y el porqué de las fallas que hoy se detectan.
METODOS DE DETECCION DE FALLAS
–Métodos visuales, sin uso de aparatología
Se basan fundamentalmente en la experiencia y el conocimiento del perito. Muchas veces, la falta o imposibilidad de realizar un intensivo interrogatorio al comitente nos lleva a diagnósticos equivocados. Este interrogatorio debe apuntar a conocer la antigüedad de la carcasa, cambios de destinos, reformas que se le hayan introducido, etcétera.
Dado que en este tipo de aproximación al problema sólo vale para lo explicado, el perito debe agudizar su sentido de la observación y ver si hay documentación histórica y/o actual.
Si hay fisuras, grietas o filtraciones, es preciso analizar cuidadosamente cuándo comenzaron, qué forma siguieron y, como se mencionó antes, aprender a escuchar lo que está diciendo el edificio.
–Ensayos destructivos y no destructivos
Dentro de los primeros están los que implican retirar una pieza o un conjunto de elementos para ser analizados en laboratorio. Un detalle a tener en cuenta es que allí se trabaja a condiciones de temperatura y humedad precisamente “de laboratorio”, por ejemplo, con una temperatura de 22 ºC y 40 % de humedad relativa, cosa que en la obra casi nunca se cumple. Un hormigón que fue elaborado y puesto en obra a 12º C y con una humedad relativa del 65 % tendrá un comportamiento diferente a otro colocado en distintas circunstancias. Por eso es que el análisis debe tener en cuenta esos parámetros.
En el caso de tener que realizar el ensayo destructivo en obra, éste se limitará a un cateo que afecte a los nudos de algún sistema o a un sector dentro del subsistema.
Se puede aplicar un testigo de yeso en una fisura para determinar si avanza o no. Para eso la misma se debe profundizar entre 30 y 40 milímetros, con un ancho equivalente al disco de amolar, introducir con cuchara y llana el yeso en dicha profundidad y observarlo a los cinco, diez, quince, veinte y treinta días tomando nota de su comportamiento.
Cuando se descubre con maza y cortafrío una estructura de mampostería para destapar una humedad ascendente, se debe verificar si sólo el revoque está húmedo. En ese caso, se estará frente a una mecha ascendente por revoque.
En cambio, si avanzando un poco más en profundidad se advierte que el mampuesto también está húmedo, se trata con seguridad de una falla del aislamiento hidrófugo horizontal. La presencia del azotado hidrófugo será fácilmente visible porque aparece en forma de una película gris oscuro, casi negro.
Por otro laso, si se investiga un perfil de hierro y se toma nota que su corrosión no supera el 20 %, será posible refuncionalizarlo a través de empatillado, o de la aplicación de bandas de fibra de carbono, entre otras alternativas.
En el segundo caso, los ensayos no destructivos se utilizan además de los específicos del hormigón, higrómetros (con o sin impresora) digitales o analógicos, detectores de metal, manómetros, termómetros industriales, anemómetros (velocidad del aire), decibelímetros etcétera.
Frente al hecho de la detección de un problema estructural y en la posibilidad de que éste asumiera un carácter de colapso inmediato se deberá recomendar el desalojo del inmueble, tanto de ocupantes como de equipamiento, para apuntalar, con el objetivo de reparar o demoler según sea el caso.
Una vez descargado el edificio, habrá que investigar cuál es la patología principal y verificar que ésta no siga su evolución ocasionando nuevos y mayores daños, teniendo a su vez en cuenta que puede suceder que, subsanada la causa primera, lo que ésta originó en su momento no haya generado otro colapso por “efecto de retroalimentación”, transformando así una ruina incipiente en otra de colapso inmediato.
Por eso es muy importante saber cuál es el punto crítico inicial y de inmediato subsanarlo. Una vez cumplido esto habrá que hacer una evaluación de todo el conjunto edificado y saber cuál es el estado en que nos encontramos dando en consecuencia respuesta por cuál de las opciones optamos (reparación, reemplazo o demolición).
TERAPEUTICA GENERAL
Es ocioso destacar que cualquier terapéutica a adoptar estará regida por el factor costos y su relación con el beneficio que se obtiene de dicha opción. Como ejemplo de esto puede nombrarse al ex “Albergue Warnes” donde la ruina del conjunto edificado era casi total, dando por consecuencia, que los costos de reparación hubieran sido tan elevados que no se hubieran justificado.
Cabe mencionar por último los casos en que, así como sucede en la medicina, patologías muy simples se transforman en graves por mal uso de productos que se presentan en el mercado ofreciendo soluciones milagrosas. La utilización de las mismas por desconocimiento técnico del propietario, e incluso a veces del propio profesional que las usa, decepcionan y generalmente encarecen la reparación definitiva y adecuada.
Boxeador y yudoca: estos deportistas aplican dos técnicas opuestas pero ambos tienen como objetivo vencer al oponente. En nuestro caso, y cuando se trata de terapéuticas a utilizar, casi siempre deberíamos optar por la segunda opción. Con esto queremos decir que si se produce una grieta o fisura, lo que nos está indicando la carcasa es precisamente que ahí, en ese punto, nos olvidamos de ejecutar una junta, ya sea de construcción o dilatación, si la rigidizamos, por ejemplo, a través de una “llave” casi seguro volverá a aparecer a uno u otro lado de la “reparación”. La mayoría de las veces rigidizar un punto es trasladar el problema a otro cercano.
Fuente: www.clarin.com
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16 Comments
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Buenas Tardes, queria por favor pedirles si me pueden brindar información donde yo puedo estudiar sobre Arquitectura Legal, poder llevar adelante peritajes etc…
Soy egresada de la Facultad de Arquitectura de Rosario y necesitaba saber dónde puedo llevar a cabo un Posgrado a distancia o dentro de Rosario con clases presenciales.
Desde ya muchas gracias!
Excelente la información que hay en este blog!
Atte.
Arq. Betiana Ferrero.
Hola Betiana, disculpe la demora en nuestra respuesta.No tenemos conocimiento acerca de la consulta que nos hace, quizás en algún Consejo Profesional de Arquitectura de su ciudad la puedan asesorar.
Saludos, Teodoro
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Gracias!
MJ
[…] ofrece, para eso debemos conocer en profundidad la tecnología de su aplicación. De este modo, las patologías que vemos a diario se generan por el mal uso de los materiales en sí o bien por la deficiente combinación de dos o […]