En cada uno de los últimos veranos, distintos sucesos en la provincia de Córdoba han reflejado profundas problemáticas argentinas del siglo XXI. Es como si allí, históricamente, en el medio del país, afloraran como extractos. El año pasado fue la sequía que dejó a sus embalses con la mitad de su agua. En el anterior fueron los incendios forestales que arrasaban lo escaso del patrimonio natural que nos va quedando en todas las regiones del país, cada vez más amenazado por los cultivos extensivos e intensivos que dan pingües ganacias.
Este verano el desastre es cultural. Y se manifiesta en la depredación, el desguace y la destrucción de parte del patrimonio arquitectónico cordobés más valioso, un acervo nacional. Así lo confirman varios casos.
Comienza con la Escuela Normal Carbó, un monumento tangible e intangible de la otrora brillante enseñanza pública argentina, que se encuentra amenazada hace tiempo por proyectos usurarios que pretenden expulsar de su histórico lugar a la institución con sus centenares de alumnos y docentes y transformarla en un burdo shopping, a la manera de la Escuela Olmos, megaproyecto concretado en los tiempos del Gobernador Angeloz.
Como en ese caso, el gobierno apunta a consolidar la creencia del mal estado de la construcción, mientras realiza obras lentas e incorrectas dilapidando recursos y arruinando diversas partes del impresionante edificio. La saga continúa con el nuevo proyecto para la manzana que alberga el edificio del Banco Provincia, diseñado por Francesco Tamburini (el autor de la Casa Rosada) y declarado Monumento Histórico Nacional en el año 2000.
Para esa manzana central del casco histórico de la ciudad se ha lanzado oficialmente un megaproyecto «estilo Dubai» con una altísima torre, shoppings, hotel y demás «amenities», que, según aseguran los emprendedores, «mejorará la calidad del espacio ciudadano y de la vida de los cordobeses».
Premisas difíciles de demostrar. La única realidad serán las nefastas consecuencias que acarrea la demolición de diversas, valiosas, construcciones del área, arrasamiento de la escala urbana de la plaza principal con sus monumentos coloniales y riesgo de que la declaratoria de Patrimonio Mundial que ostenta con orgullo la Manzana Jesuítica de «La Docta» sea cancelada por la UNESCO.
Pero las autoridades de la provincia no se contentan solamente con atacar el patrimonio de la época colonial, el del siglo XIX o el de la «Belle Èpoque«. Van más allá y se ensañan con una importante pieza del patrimonio del siglo XX como lo es la Casa del Gobernador conocida como «Las Tejas», un conjunto característico de la arquitectura peronista que fue diseñado hacia 1950 para Hogar de Ancianos por la Fundación «Eva Perón».
La costosa y acelerada demolición en marcha se basaría en estudios técnicos que aconsejan hacer tabla rasa del lugar para mejorar la comunicación y construir un supuesto «parque temático», con todo lo que esta apelación implica. Esta triste lista de patrimonio en peligro sigue con la destrucción de un gran edificio que fuera sede del Museo de Ciencias Naturales entregado a una constructora como parte de pago de otra obra. Lo mismo sucedíó con muchos edificios señoriales del Barrio Alta Córdoba derribados para hacer torres, o con la demolición de varias importantes estructuras industriales de la Cervecería Córdoba para optimizar un emprendimiento privado.
En los últimos años, y más allá de cambios de gobierno provincial o municipal, la ciudad de Córdoba ha ido perdiendo buena parte de su patrimonio más valioso con intervenciones que deberían ser sometidas a un analisis más severo que supuestos beneficios de «impacto turístico» .
Parece no entenderse que una ciudad importante como Córdoba está hecha de múltiples y valiosos estratos arquitectónicos y urbanos. Y que se debe preservar el testimonio íntegro y auténtico de todos ellos.
Sorprende que, en una provincia que hizo escuela en materia de preservación con teóricos internacionales de la talla de Marina Waisman, el patrimonio esté a la deriva y en grave peligro. Varias son las causas. Evidentemente la clase política no entiende ni se interesa en el patrimonio. Tampoco hay planeamiento en la materia y las insituciones encargadas de la tutela, ya sean municipales, provinciales o nacionales, no funcionan. Todo queda en manos de técnicos en arquitectura y urbanismo, que, en su m,ayoría, desprecian los edificios viejos, se regodean con lo nuevo, son socios de developers y adulan a los políticos con jugosos mega-emprendimientos.
Esto que ocurre en Córdoba sucede en casi todo el país.
En Buenos Aires da testimonio la demolición de más de la mitad del Palacio del Correo y miles de edificios de interés que son derribados por la fiebre constructiva mal administrada y dirigida. En La Rioja sigue resonando el escándalo de la Escuela Normal Castro Barros transformada en shopping con dineros oficiales. Las ciudades de Salta, Tucumán, Mendoza, continúan perdiendo sus valores tangibles aceleradamente.
La lista es interminable? Frente a todo esto la ciudadanía, o el pueblo -según el cristal con que se mire- asiste entre indignada y atónita a semejante depredación y comienza a reaccionar ante la indefensión en que se encuentra.
No puede esperar nada de los poderes ejecutivos que, encabezados por el nacional, tienen organismos específicos ineficientes, sumisos y desprestigiados como la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Tampoco confían demasiado en los poderes legislativos que votan en bloque y con obediencia debida y dejan casi siempre en carpeta los temas de patrimonio cultural intangible. Y apenas si tienen algunas esperanzas en los poderes judiciales a los que acuden con amparos.
A la «gente» le queda entonces solo la protesta o el «escrache», callejero, mediático o ciberespacial, para intentar revertir, aunque sea en parte, el desgraciado rumbo del patrimonio que tiene más a mano o conoce mejor. Sin embargo, cada vez más hay más interés en preservar lo que está más allá del barrio o de la ciudad de cada uno. Gracias al turismo y a las «redes sociales», entre otros fenómenos, el patrimonio en peligro de un lugar lejano aparece como propio y se van sumando voluntades y apoyos para defenderlo. Hoy ya estamos en condiciones de bregar por una protección «federal» del patrimonio. En este sentido, este verano, todos somos cordobeses.
Por Fabio Grementieri
Para lanacion.com
Link: http://www.lanacion.com.ar/1344827-todos-somos-cordobeses
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[…] Se trata de inmuebles con protección patrimonial baja, ubicados en el centro de la ciudad. Exigen a… […]
[…] la manzana y su entorno se ven amenazados en su fisonomía y tranquilidad por el avance de la contruccion de edificios y torres. Exigimos a la justicia y los legisladores porteños que protejan nuestros pasajes y su entorno. […]
[…] que impregnó nuestras vidas. La sensación es dual porque a la tristeza que provoca ver cómo desaparecen para siempre huellas de las generaciones que nos precedieron, se superpone la alegría de comprobar que la ciudad está viva y que la construcción, que tantas […]