Los silencios volvieron ayer a dominar un barrio que hasta la explosión del edificio de Salta 2141 fue durante casi una década la vidriera rosarina de la recuperación y el crecimiento.
Los silencios volvieron ayer a dominar un barrio que hasta la explosión del edificio de Salta 2141 fue durante casi una década la vidriera rosarina de la recuperación y el crecimiento, con edificios premium, restaurantes y bares. Pero un escape de gas lo expuso como un ejemplo de la falta de controles, no sólo del Estado sino de una sociedad que muchas veces desdeña las potenciales consecuencias.
Ana, una vecina de Salta y Rodríguez, contó que se hundió en la angustia y duros recuerdos cuando anteayer salió hacia su trabajo y otra vez vio que colocaban vallas para cortar el tránsito. «Me conmocioné de nuevo», dijo, mientras sus ojos parecieron ubicarse una vez más en ese instante fatídico. Por eso, ayer solo se quedó los primeros minutos del acto. Cree, como otros habitantes del vecindario que, sin olvidar que deben ir presos los responsables, «debemos tratar de recomponer una cotidianidad que ya no será la misma».
El silencio duele. Pero se hace difícil hablar. «El tema» mete la cola en cada interacción entre vecinos y comerciantes. Las sirenas a las 9.38 fueron un grito desgarrador para muchos. El cielo, plomizo, agregó otra capa de melancolía a los sobrevivientes. A quien se lo consultara arrancaba con un viaje directo «a dónde estaba» en ese instante, que después, sin que se le pregunte, reproduce plano por plano.
Algunos igual salieron a correr, como hacen cada día, por el cantero central de bulevar Oroño hasta el río.
Otros prefirieron «ir de visita» a la casa de familiares, se les hacía imposible quedarse, explicaron dos vecinos de calle Balcarce al ser consultados, mientras terminaban de subir bolsos con el auto en marcha. Hubo de los que se quedaron en sus departamentos y quienes decidieron mudarse. Las heridas del alma, en muchos de ellos, lejos están de cicatrizarse.
También hubo momentos para los abrazos y para masajear un poco el espíritu. Llegaron con mayor ímpetu por la tarde a medida que los bomberos de Santa Teresa, Alcorta, Firmat, Paraná, Bombal y Rosario, entre otros, se reencontraban entre lágrimas frente a lo que para muchos ellos se había iniciado como un llamado para atender la explosión de una caldera.
El 2013 será difícil de olvidar para los rosarinos.
La explosión del edificio, con 22 muertes, seguramente será lo más recordado de un año que arrancó a pura bala narco, conmocionó aún más con las muertes de las dos niñas en la rueda del parque Independencia —todavía con los bomberos entre los restos de calle Salta—, y que la policía en rebeldía se encargó de despedir en diciembre.
Fuente: www.lacapital.com.ar
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