Paraná, ruidosa ciudad paisaje

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Sábado, 2 am. Inmediaciones de calle Paraguay y Libertad. Misión: dormir. Contexto: alarma de auto, música fuerte, escapes de motos. Nivel de dificultad: imposible. Miércoles, 10 am. Esquina de Perú y Chile, ciudad de Paraná. Misión: hablar por teléfono. Contexto: bocinazos, altoparlante con slogan de un político, tráfico en general. Nivel de dificultad: de muy alto a imposible.
De todos los tipos de contaminación que existen, al que menos importancia se le da es a la contaminación sonora: alarmas sonando sin parar, publicidad sonora móvil, motos con los escapes sueltos, bocinazos, y conductores que deciden presumir sus potentes estéreos en la vía pública –entre tantos otros– conforman un coro nefasto que castiga a diario los oídos y la salud mental de los vecinos de Paraná.
Paradójicamente, somos nosotros mismos quienes contribuimos al barullo permanente que afecta –principal, mas no exclusivamente– a la zona céntrica e inmediaciones de avenidas. Pero, acostumbrados a generarlo y a soportarlo, no nos damos cuenta de sus consecuencias nocivas.
El ruido constante enferma. Así lo afirmó la Organización Mundial de la Salud (OMS), apuntando que es uno los factores ambientales que provoca más enfermedades. Varios estudios demuestran una relación directa entre el exceso de ruido y el aumento de enfermedades.
De hecho después de la contaminación atmosférica, la acústica es la segunda causa de origen ambiental que provoca alteraciones en la salud. Entre las consecuencias se enumeran problemas auditivos (pérdida de audición o zumbidos en los oídos), problemas psicológicos (irritabilidad, estrés, ansiedad, trastornos de la atención), problemas fisiológicos (aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria), alteraciones del sueño y del descanso (somnolencia diurna, cansancio y bajo rendimiento), entre otros. De acuerdo con un relevamiento realizado a mediados de 2014 por GAES Centros Auditivos, el 80% de los argentinos padece la contaminación sonora. Si bien el sondeo se realizó CABA, GBA, Córdoba y Santa Fe, si se hubiera realizado en Paraná, los resultados no hubieran diferido demasiado.
Según la OMS, el límite de “ruido molesto” comienza con 70 decibeles y si se supera puede implicar un riesgo. Para dar un ejemplo, 70 decibeles equivalen al sonido de una aspiradora; y 80, al de un tren. El tráfico o la bocina de un auto ya alcanzan los 90 decibeles, mientras que el escape sin silenciador de una moto alcanza los 115 .Y todo esto junto es lo que soportan a diario quienes vivimos o trabajamos en el centro de Paraná o en inmediaciones a sus principales avenidas.
Si bien podrían reclamarse más controles por parte de la Municipalidad, esta vez hay que reconocer que la solución está en manos de los principales afectados. Parece una obviedad, pero quienes nos quejamos de las bocinas, la música y los escapes ajenos deberíamos tomar conciencia y bajar los propios decibeles en pos del bien común.
Misión difícil, mas no imposible. Mientras termino de escribir estas líneas, dos conductores machacan las bocinas de sus vehículos y parece que así continuarán hasta que los autos atascados delante de ellos se “helicoptericen” o algún rayo caiga del cielo y los pulverice. Lo que ocurra primero.
Fuente: www.unoentrerios.com.ar
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