A lo largo de la historia, la arquitectura y la biología han seguido caminos paralelos, sin que muchas veces nos detengamos a notar sus similitudes. Al igual que el cuerpo humano, un edificio es un sistema vivo en el que cada componente cumple una función esencial para su correcto funcionamiento. Ambos requieren mantenimiento, diagnóstico temprano y prevención para evitar deterioros que puedan comprometer su estabilidad y funcionalidad.
El esqueleto humano proporciona la estructura necesaria para sostener el cuerpo, al igual que los cimientos en un edificio. Una falla en cualquiera de estos sistemas puede comprometer su integridad general. La osteoporosis afecta a los huesos, debilitándolos y volviéndolos frágiles, del mismo modo que una base mal construida o sin mantenimiento puede llevar al colapso estructural.
Las cañerías y cableados de un edificio pueden equipararse al sistema circulatorio y nervioso del cuerpo humano. Los problemas en estas redes pueden generar filtraciones, cortocircuitos o fallas eléctricas, afectando el «metabolismo» de la edificación. De la misma manera, un bloqueo en arterias o venas puede derivar en afecciones cardiovasculares graves.
La piel humana protege el cuerpo de agentes externos, así como la fachada resguarda un edificio de la intemperie. Grietas, humedades y desprendimientos en una fachada pueden ser signos de deterioro interno, de la misma forma en que manchas o lesiones en la piel pueden indicar enfermedades subyacentes.
El techo protege el interior de un edificio, del mismo modo en que el cráneo resguarda el cerebro. Una cubierta con filtraciones o desgaste puede generar problemas estructurales severos, como una lesión en la cabeza puede afectar las funciones cerebrales críticas.
Los edificios también «enferman» y presentan síntomas cuando algo no está bien. Algunos ejemplos incluyen:
Así como los chequeos médicos son fundamentales para prevenir enfermedades, las inspecciones técnicas en edificaciones permiten detectar a tiempo problemas estructurales antes de que se conviertan en riesgos mayores.
Un edificio no es solo un conjunto de materiales ensamblados; es un organismo estructural que requiere atención, prevención y cuidado, del mismo modo que el cuerpo humano. Entender esta analogía nos permite no solo valorar mejor nuestras construcciones, sino también tomar conciencia sobre la importancia del mantenimiento y la seguridad edilicia.
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Arq. Teodoro Rubén Potaz y Sol, IA.
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