Para volver a pisar fuerte

Cómo actúa el nuevo sistema de reconstrucción y estabilización de suelos y losas hundidas. Las ventajas que ofrecen los polímeros. Cómo se aplica y para qué tipo de construcciones es apto.

Por más puntillosidad que se tenga a la hora de realizar un estudio de suelos, algo siempre puede fallar. Primero, porque es imposible evaluar cada milímetro de tierra. Segundo, porque los fenómenos que se generen por fuera de esos límites pueden impactar tarde o temprano sobre el terreno elegido y prolijamente evaluado. Tercero, no hay que descartar temblores, filtraciones o vibraciones que resientan la estructura del suelo. El resultado: hundimiento o rotura de pisos, losas y paredes.

La solución a estos problemas implica, normalmente, tener que romper y reconstruir la estructura dañada, con los engorros que esto supone. Pero ahora existe otra tecnología de reparación mucho más silenciosa, limpia, rápida y eficiente para estabilizar suelos y elevar losas hundidas. “Se trata de una tecnología de inyección de geopolímeros bajo los cimientos –explica Joaquín Felch, de Uretek Argentina, la firma que realiza el trabajo–. Los geopolímeros son substancias viscosas de alta reactividad expansiva, con gran capacidad de penetración en el suelo, que permite el agregamiento de partículas. Esto permite solidificar el suelo, rellenar los vacíos y aumentar la capacidad portante”.

Esta potente inyección permite compactar, consolidar y estabilizar el suelo, expandiéndose y penetrando todas las áreas. Además, expele el agua acumulada y genera una capacidad portante del área que puede aumentar hasta un 500% el valor soporte del terreno. “Esto se logra sin aumentar el peso sobre el perímetro y sin tener que excavar ni extraer escombros ni restos de construcción”, explica Felch. Otra ventaja es el ahorro de tiempo: adquiere solidez en un 90% a los 15 minutos de ser inyectado, permitiendo soportar hasta 40 mil kilos por metro cuadrado.

El tratamiento comienza con la detección del lugar del hundimiento, paredes o pisos hundidos para evaluar el lugar exacto donde inyectar el polímero. La perforación se realiza con mechas de 16 mm y de diferentes largos, que van de 1 a 3 metros, en puntos establecidos alrededor de los cimientos.

Una vez realizada la perforación, se introducen tubos de entre 12 y 14 mm, a través de los cuales luego se inyecta el polímero a la profundidad necesaria. Finalmente, se realiza un monitoreo de alta precisión de la puesta a nivel de la superficie hundida mediante un sistema de tecnología láser, con un margen de precisión de 1 mm. “Los cimientos y la construcción pueden estar muy bien hechos, pero las condiciones de la tierra donde se asienta pueden cambiar producto de muchos factores: erosión, desplazamiento de napas de agua, ablandamiento por rutas, excavaciones, vías férreas o sismos”. El sistema es apto para construcciones de distinta escala: viviendas, galpones, hangares, fábricas o aeropuertos.

“En cuanto a los costos, dependen de una multiplicidad de factores –explican desde Uretek–. Por ejemplo, la superficie a intervenir, los niveles de humedad, la plasticidad y dureza del suelo, la posible presencia de huecos con agua y hasta la incidencia de las construcciones vecinas. Por eso hacen falta estudios de suelo de modo de establecer cuánto geopolímero hace falta. Pero vale aclarar que, si se toma en cuenta que con este sistema no hay lucro cesante, que no hay prácticamente roturas y que el polímero dura para siempre, el costo es mucho menor que con un sistema tradicional.

Por Dardo Villafañe
Fuente: Clarin Arquitectura
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