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Nos irritan, pero si no están, los extrañamos. Son parte de nuestra vida y, precisamente, demuestran que hay vida.

Las ardillas viven en comunidad en un bosque o en un árbol. Se comunican con sonidos suaves.

Cuando un predador, generalmente un felino, atrapa a uno de estos animalitos, este emite un sonido registrable, pero inaudible para el oído humano. El grito de esa ardilla es de gran intensidad para su comunidad y cumple dos funciones. Provoca un tremendo desorden orgánico, de resultas del cual el animal muere y evita el dolor o la agonía que devendría al ser destrozado por el predador. Pero tan importante como lo anterior, promueve la huida del resto de las ardillas, con lo que consiguen salvarse. Para los estudiosos del tema, este ruido tiene lo que se llama eficacia biológica, ya que brinda una protección al animal y preserva la continuidad biológica de la especie ardilla.

La raza humana también vive en comunidad y, además de las palabras, somos naturalmente productores de sonidos.

En el hogar, un bebe llora y a veces irrita a sus padres. Más adelante, las criaturas juegan con diversos elementos sonoros; de adolescentes, aturden con su desplazamiento, con su música o en las reuniones de amigos. Los adultos protestan y, sin embargo, si él bebe no llorara, si los chicos no jugaran o los adolescentes dejaran de emitir ruidos, cundiría la alarma y la preocupación

Los pueblos o las grandes ciudades tienen algunos ruidos típicos y no tantos. El tráfico a veces parece insoportable, los sonidos comunitarios parecen innecesarios.

Las sirenas indican peligro. Un auto policial se desplaza causando desazón, los bomberos son indicadores de serias catástrofe, una ambulancia nos remite a una urgencia médica inquietante de un miembro de nuestra comunidad.

Cuando vamos al cine, el silencio de una ciudad que registra la pantalla suele ser el corolario de una destrucción.

La paz tiene sus sonidos, gente que camina por la calle, se pelea, protesta, autos que chirrían sus frenos, fábricas que introducen sonidos en los lugares donde están enclavadas. Muchas veces, una propiedad es vendida en función de la calidad sonora que la circunda; vale más o menos.

La guerra también tiene sus ruidos atronadores, impredecibles y amenazantes. Generalmente, sobreviene el silencio junto a la ausencia de habitantes.

Las relaciones de un hábitat están mediadas por sonidos y, por supuesto, por muchas cosas más.

La paradoja es que los ruidos conocidos y habituales nos irritan y tranquilizan a la vez.

En un hospital, una enfermera nos mira desde una foto pidiendo silencio. En estos lugares, los sonidos importantes son otros y se nos pide respeto para poder escuchar lo que es vital para los enfermos.

Lejos están las épocas en las que se nos decía que el silencio era salud.

Indudablemente, siempre habrá ruidos molestos, pero por lo que surge, inevitablemente necesarios.

Hoy, los estudiosos del tema hablan de lo que denominan «la envoltura sonora del yo».

El yo es, en el psiquismo humano, el encargado de lidiar con los hechos externos.

POR ANÍBAL VILLA SEGURA / ESPECIAL PARA BUENA VIDA
El autor es psiquiatra, psicoanalista y ex titular de Etica y Salud Mental de la UBA
Fuente: www.clarin.com
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1 Comment

  1. […] virtual Wikipedia, a la que estamos acostumbrados los mortales de la sociedad actual a consultar, “calidad de vida” es un concepto utilizado para evaluar el bienestar social general de …. El término se utiliza en una generalidad de contextos, tales como sociología, ciencia política, […]

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