No hay que ser un genio para darse cuenta que las malas noticias venden más que las buenas. Muchos me preguntaron en el último año sobre los derrumbes en la Ciudad de Buenos Aires. Más allá de que yo no soy un perito y no tengo las herramientas para hablar sobre los que ocurrieron puntualmente este año, sí creo que es necesario poner a las cosas en contexto y en su justa dimensión. En el año 1960 se cayó un edificio entero. Sin embargo, no hubo tanto revuelo en los medios. La verdad es que Buenos Aires no ha tenido en los últimos tiempos más o menos derrumbes. El problema es la peligrosa publicidad expansiva que se genera a partir de estos penosos episodios que los responsables deberán responder ante la justicia.
En una obra los profesionales de la construcción -que son básicamente ingenieros y arquitectos– delegan la ejecución en los trabajadores que denominamos mano de obra. En Argentina, la industria de la construcción tuvo un muy buen momento a principios de los años 70 y luego fue bajando. En el país el nivel de la construcción bajó y esa mano de obra especializada comenzó a dedicarse a otros oficios.
Durante esa época se construía mucho: miles de viviendas económicas que absorbían una enorme cantidad de mano de obra. Siempre se habla que la actividad de la construcción es una actividad generadora de otras actividades. Si yo construyo una obra le estoy dando trabajo a la industria metalúrgica, a la mecánica, a la madera, a la cerámica, etc. Entonces cuando el nivel de la construcción disminuye porque no hay inversión, la gente se comienza a dedicar a otra cosa y es muy difícil volver a captarla.
Con el crecimiento en la construcción que hubo en los últimos años comenzaron a aparecen nuevos contratistas o subcontratistas muchas veces con mano de obra ocasional. Entonces si la supervisión de la obra no es una supervisión permanente y responsable puede producir desastres de un minuto para el otro. Se ha trabajado muchísimo mejorando higiene y seguridad. Se ha trabajado mucho para poder trabajar el concepto de que lo principal es que un operario de la construcción pueda volver a su casa sano y salvo, vivir dignamente con su familia después de una fatigosa jornada de trabajo. Sin embargo, hemos tenido dos o tres casos de derrumbe y entonces toda la industria de la construcción está cuestionada.
A esto se suman los detractores de la construcción. “que los edificios nuevos me tapan el sol”, “que el barrio ya no es lo que era”. La gente se manifiesta en contra de la construcción. La palabra torre se ha convertido en una mala palabra. Hay una demonización.
Pero hay que saber separar las aguas. Existen las malas gestiones y existe las buenas. Cuando uno firma una obra está comprometiéndose a hacerla bien dentro de los parámetros técnicos, firmes y seguros. Si esto falla, se deberán responder como corresponda.
Por Arq. Jorge Aslan, Aslan y Ezcurra y asoc.
Fuente: revistavivienda.com.ar
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[…] Alimena explicó que desde 1999 rige en la Ciudad una ley, la 257, que “considera que toda propiedad con más de un nivel tiene que presentar un certificado de conservación y mantenimiento con todos los certificados que ya estipulaba el Código Civil de la Nación“. Esas normas tienen que ver con que en materia de “mantenimiento de edificios ya construidos, todo propietario debe mantener los edificios de manera de evitar caídas de materiales que puedan causar daño a vecinos o transeúntes”. La Ley 257 entró en vigencia en el año 2000, pero un relevamiento realizado en 2011 mostró que el cumplimiento era de apenas el 7 por ciento. […]