Las conclusiones ofrecidas en este diario por el Colegio de Fonoaudiólogos bonaerense acerca de un ostensible aumento de la cantidad de gente que padece hipoacusia, como derivación de los altos niveles de ruido que se detectan en nuestra ciudad, constituyen un llamado de atención que no debiera ser desatendido por las autoridades responsables y por buena parte de la sociedad, que permanece indiferente frente a los daños que causa la contaminación sonora.
Los profesionales recorrieron distintos puntos de la ciudad y con decibelímetros midieron la intensidad del sonido ambiente hasta detallar los distintos puntos en donde se registraron niveles peligrosos para la salud. Entre las zonas más ruidosas se encuentran el interior de la Terminal de ómnibus y la esquina de 12 y 54.
Debiera expresarse que en los últimos años se han registrado avances doctrinarios en lo que se refiere a la necesidad de ofrecer a los vecinos herramientas normativas de defensa frente a diversos tipos de contaminación, aún cuando la mayor parte de esos instrumentos carecen de la debida eficacia práctica.
Esta es la situación típica, que se reitera sobre todo frente al fenómeno de la contaminación sonora, ante cuya presencia se muestran virtualmente imposibilitados de accionar los habitantes, mientras que desde el Estado se abren, en el mejor de los casos, canales cuya importancia muchas veces no pasa de ser declamativa. En forma esporádica se han conocido precisiones sobre operativos realizados por la Municipalidad local, destinados a combatir la circulación de motocicletas que originen ruidos molestos a partir de sus escapes libres. Según se informó en esas ocasiones, los inspectores intervinientes dispusieron el secuestro de esos vehículos, a partir de esa causa y de la falta de documentación habilitante para circular.
Lo cierto es que, pese a las normas constitucionales y muchas otras de menor rango -trascendentales todas, pero por ahora virtualmente teóricas- vecinos de la Región continúan indefensos frente a una contaminación sonora que se presenta en distintas formas, ya sea la que plantean los boliches o clubes nocturnos en zonas densamente pobladas, como por los ruidos descontrolados que suelen producir no pocas industrias y la siempre ensordecedora vigencia de los escapes libres de los distintos automotores.
Puede hablarse también del caso de los automóviles que disponen de poderosos equipos -de tal magnitud que por su tamaño, ocupan el baúl- que se desplazan propalando música a todo volumen frente a inspectores o policías que no los detienen
Frente a agresiones que pueden parecer aisladas, pero que causan daño y perturban la convivencia social, las autoridades debieran actuar con presteza, toda vez que disponen además de los instrumentos legales que los obligan a intervenir. Sin embargo, como se ha dicho, en la Región sigue existiendo en algunos casos piedra libre para los ruidos molestos. Los operativos aquí mencionados deben reiterarse sin desmayo y verse acompañados por campañas que induzcan a la población a comprender que la contaminación sonora es un fenómeno negativo para la calidad de vida.
Fuente: www.eldia.com
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