Dolores Moreno hace cuatro meses que alquiló un departamento en una planta baja en un edificio de siete pisos en el barrio de Palermo. El problema con su vecino del sexto
empezó cuando ella notó que su aire acondicionado era el único que desagotaba en su patio. «Le pedí que pusiera una botellita como hacen todos los demás vecinos pero se negó. Me dijo que era mi problema, no el suyo. Que él nunca alquilaría en planta baja«, relata Dolores.
Está enojada. Le cuesta creer que esa sea una respuesta posible. «Es una falta de solidaridad total. Acá en esta ciudad todo es más selvático de lo que se cree», protesta. Habló varias veces con su vecino, no resultó. Su padre intercedió por ella, no resultó. El consorcio incluyó una cláusula en el resumen de las expensas que pide solucionar el problema de los aire acondicionados, pero tampoco resultó. «Después de la última vez que hablamos, un martes a las diez de la noche estábamos con seis amigas en el patio y cayó un baldazo de agua. Me empapé toda», dice. Pocos días después, en otra reunión recibieron un huevo de las alturas. Ahora opta por estar debajo de una gran sombrilla que ocupa casi todo el patio.
Por Verónica Dema
Fuente: La Nacion
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