
El juicio, ese triángulo amoroso entre el perito, el abogado y la verdad
13/10/2025Introducción
Hay daños que se ven y daños que se sienten.
Los primeros se miden con instrumentos; los segundos, con conciencia.
En el campo pericial, ambos conviven bajo una misma exigencia: convertir el hecho técnico en verdad judicial.
El daño edilicio no es solo una grieta, una humedad o una pérdida de valor.
Es la huella material de una decisión mal tomada, de una omisión o de una irresponsabilidad.
Y el perito —sea de oficio o de parte— es quien traduce ese lenguaje de fisuras, estructuras y evidencias al idioma del derecho.
Perito de oficio / Perito de parte
El perito de oficio es designado por el juez para brindar una visión técnica imparcial.
El perito de parte, en cambio, actúa por encargo de uno de los litigantes, pero su deber ético no cambia: debe responder ante la verdad técnica, no ante quien lo contrata.
La diferencia es de origen, no de conciencia.
Ambos se rigen por el mismo principio: el informe debe ser verificable, fundado y comprensible.
Daños y perjuicios
En el derecho civil, daño es toda alteración negativa de un bien o de una persona; perjuicio, la consecuencia económica que de ello se deriva.
El arquitecto perito une ambas nociones cuando calcula cuánto cuesta devolver un muro, un techo o una vivienda a su estado anterior:
la llamada restitutio in integrum.
Pero más allá de los números, hay un acto profundo de responsabilidad: determinar la verdad del daño, sin agrandarlo ni minimizarlo.
La ética técnica se mide ahí, en ese equilibrio entre la precisión del ingenio y la compasión por quien sufre la pérdida.
El valor del dictamen
Un buen dictamen pericial no convence por su lenguaje, sino por su coherencia.
Debe describir, demostrar y concluir.
Su fuerza no está en la cantidad de páginas, sino en la solidez de los hechos medidos.
Un dictamen débil puede torcer una causa; uno riguroso puede devolver justicia.
Conclusión
Ser perito es más que observar: es asumir el peso de la prueba con ciencia y conciencia.
Entre el derecho y la materia, entre el daño y la verdad, el perito es el puente que une lo visible con lo justo.
“Scientia et conscientia.”
Ciencia y conciencia.
La única fórmula que mantiene en pie tanto a los edificios como a la justicia.
En todo proceso judicial, la figura del perito se ubica en un punto delicado: entre el hecho y su interpretación, entre el daño y su causa.
El perito no representa partes: representa conocimiento.
Y su misión, muchas veces, consiste en poner orden en el caos de versiones, silencios y omisiones.
Allí donde la verdad jurídica se apoya en el expediente, la verdad técnica se apoya en la materia, en la obra, en el muro que se fisura o en la humedad que delata.
El arquitecto perito no especula: observa, mide, constata y escribe.
De esa cadena precisa de acciones depende la solidez de la prueba.
La objetividad técnica no es indiferencia: es responsabilidad.
Cada medición es un acto de conciencia; cada palabra en un dictamen tiene un peso que puede revertir una causa o exponer una negligencia.
Por eso, el perito no solo responde ante el juez, sino ante su propia ética.
Porque su firma no certifica un número: certifica una verdad.
Reflexión complementaria: el valor de la Sapientia Pericial
Cuando el juzgado regula honorarios con cifras porcentuales 4 %, 5 % o 7 %— mide una función económica, no el alcance del saber.
Pero el perito no traduce horas: traduce verdad.
Su sapientia, ese cruce entre conocimiento técnico y conciencia moral, excede toda escala aritmética.
El dictamen pericial no es un gasto del proceso: es el acto que lo ilumina.
De su precisión depende, muchas veces, el equilibrio entre justicia y error, entre apariencia y sustancia.
El valor del perito se asienta en su scientia et conscientia: el saber aplicado con ética y convicción, no con conveniencia ni precio impuesto.
Por eso, toda regulación que ignore ese factor esencial —la responsabilidad del conocimiento— termina siendo injusta por omisión.
No se trata de reclamar más, sino de reconocer lo que el saber produce: la posibilidad de discernir entre la ruina y la reparación, entre la simulación y la prueba.
Arq. Teodoro Rubén Potaz
Arquitectos de Abogados


