“Hace cinco años que no puedo dormir”, protestó Mariela Linares cuando comenzó su exposición en la comisión de Gobierno del Concejo Municipal hace 15 días.
“Hace cinco años que no puedo dormir”, dijo Mariela Linares cuando comenzó su exposición en la comisión de Gobierno del Concejo Municipal hace 15 días. La mujer vive en un departamento de pasillo en Jujuy al 2200. El dormitorio de su casa comparte la medianera con el bar Rock & Feller’s y “todas las noches, hasta las cuatro de la mañana” no sólo comparte la música que pasan en el local, sino también “las conversaciones de las últimas mesas”, según les contó a los concejales.
No es la primera vez que hasta el Palacio Vasallo llegan testimonios de vecinos hartos de convivir con bares, gimnasios o talleres mecánicos. Hartos de que el “chingui-chingui”, el “brum-brum” o el “toc-toc” perturbe su descanso. Y enojados por las pocas herramientas con las que cuentan para resolver el problema.
Es más, entre los reclamos que se reciben en la Guardia Urbana Municipal, los ruidos molestos van a la cabeza. En el trimestre que va de mayo a julio, el 0800 de la dependencia recibió 1.535 llamadas por situaciones relacionadas con esta problemática, un promedio de 20 por día.
Los expertos definen la contaminación acústica como el exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona. “Hablamos de niveles de ruido que son molestos o perjudiciales para la salud humana, pero que siempre son producidos por actividades humanas”, señala Federico Miyara, ingeniero especializado en cuestiones de acústica.
Entre los factores más contaminantes, en Rosario y en todo el mundo, se encuentra el tránsito “que produce una energía acústica superior a otras actividades”, sin embargo también hay zonas puntuales donde se producen “manchas acústicas”, es decir zonas acotadas que presentan mayores niveles de ruido.
En estos casos, advierte Miyara, “las discotecas o los bares, las obras en construcción, los grandes equipos de aire acondicionado y también, cada vez con más frecuencia, los generadores de electricidad”, aparecen como los vecinos menos deseados. Aunque, aclara el especialista, “no es técnicamente imposible que se pueda convivir en armonía con ellos”, sólo se trata de aislarlos adecuadamente.
S.O.S. Un informe de la Secretaría de Control del municipio muestra claramente la magnitud del problema. En el trimestre que va de mayo a julio, la Guardia Urbana Municipal recibió un total de 4.677 llamados a su teléfono de reclamos y consultas. De ese total, 1.535 fueron por ruidos molestos.
Este tipo de denuncias son las más escuchadas en la dependencia municipal, alcanzando a un tercio del total de reclamos. También es el rubro que más atento tiene a los inspectores: en el mismo trimestre hubo 1.228 actuaciones relacionadas con ruidos.
Casi cuatro de cada diez llamados tuvo que ver con situaciones desatadas entre particulares. En segundo lugar (el 31 por ciento) involucró a actividades comerciales (talleres mecánicos, fábricas, bares o boliches), después quedaron los reclamos por el bullicio proveniente de la vía pública (20 %) y obras en construcción (11%).
El uno por ciento de las denuncias se trabó contra las campanas de las iglesias, que resultan “desquiciantes” para más de un lindero.
No es la guardia urbana la única dependencia donde los reclamos por ruidos molestos se hacen oír.
En el área de Medio Ambiente de la Defensoría del Pueblo, las denuncias por contaminación sonora representan el grueso de los casos atendidos.
De acuerdo al último anuario de la dependencia provincial, donde se detallan las temáticas más relevantes atendidas durante el 2014, los casos relacionados con el control ambiental (que suman ruidos molestos y emisiones) ocupan el primer puesto.
Detrás van la escamonda, poda o corte de raíces de especies arbóreas y mantenimiento de veredas; y las relacionadas con la higiene urbana (saneamiento de zanjas, anegamiento, basurales, falta de desmalezamiento, roedores y otros vectores).
Ni más ni menos. La única herramienta local para prevenir y sancionar situaciones de contaminación acústica atrasa: es la ordenanza 46.542 y fue sancionada en 1972 (ver aparte). Allí “se consideran ruidos excesivos, con afectación de público, los causados, producidos o estimulados por cualquier acto, hecho o actividad de índole industrial, comercial, social, deportivo que supere los niveles máximos previstos”.
Los decibeles permitidos varían entre los ámbitos y los horarios, pero van desde los 80 hasta los 35 decibeles, en zonas de hospitales y sanatorios.
Cómo se actúa. “La actuación ante los reclamos de ruidos molestos tiene una faz clave que es la constatación. Si nosotros recibimos una denuncia de este tipo primero vamos al lugar e intentamos mediar entre las partes”, sostuvo Cristian Tabares, director de la Guardia Urbana Municipal.
Si el diálogo no es suficiente, “la única forma de constatar una infracción es a través de una medición de decibeles. Para ello debemos coordinar con el vecino afectado, lograr que nos permita medir desde su dormitorio con la ventana abierta y si da por encima de los límites permitidos, ahí se le labra el acta de infracción”, continuó el funcionario.
El expediente sigue su curso en el Tribunal de Faltas que fija sanciones que van desde multas económicas, más o menos severas según los antecedentes del infractor. En el caso de locales comerciales pueden llegar hasta la clausura del lugar hasta tanto se realicen las obras necesarias para mitigar el sonido. Y lograr así que, finalmente, los vecinos puedan descansar tranquilos.
Fuente: www.lacapital.com.ar
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